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TOMAR SU MANO (primera parte)



TOMAR SU MANO (primera parte)


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Ilustradora: Aranza Aguirre


 

Estoy nervioso y cada vez que la veo me sudan las manos. Es horrible, sigo pensando que un día será demasiado para ella, se cansará de estarse secando en el pantalón cada dos minutos…y dos minutos, es decir mucho. Sin embargo, no lo hace, no se cansa.

La primera vez que la tomé de la mano…ella estaba hermosa, siempre está hermosa. Tiene cabello negro, ojos expresivos y su sonrisa… ¡Dios! esa sonrisa hace que me flaqueen las piernas como venado recién nacido, que en mi estomago se recree el tsunami que desapareció la ciudad de Atlantis y que mis manos saliven como cachorro cuando su dueño se sirve comida en el plato.

- Levanta la mano y ponla palma hacia arriba

Fue lo que me dijo ese día, obviamente le obedecí. Ella, con su dedo indicé, acarició la palma de mi mano como si la estuviera analizando, después de unos segundos suspiró, retiró su dedo y con un gesto de preocupación me dijo:

- Hay cinco espacios vacíos

- Cinco… ¿Qué?

En ese momento acerqué la palma de mi mano a mi cara, como si el hecho de tenerla más cerca de mis ojos fuera a cambiar algo y así descubriera de cuales espacios hablaba. Jamás me interesó el arte de leer las manos. Y ahí estaba yo, en medio de la plaza comercial con una mano frente a mis ojos. Ella, tratando con todas sus fuerzas de no reírse…falló.

Aun riéndose, entrelazó su mano con la mía.

- Listo. Espacios llenos.

También hice la misma cara que tienes ahorita. Ella se refería a los espacios entre cada dedo, los espacios precisos para los sus suyos.

El tomarla de la mano es una sensación mágica. No hay otra palabra para describirla. Esa simple acción engloba muchas emociones, mensajes e historia; nuestra historia. Su mano es… es como ese guante que te da calor en el día más frio del año, como esa canción que te hace cantar a todo pulmón bajo la regadera o como ese libro que te hace ir a universos maravillosos con la seguridad de estar en tu cama.

Ella es esa inspiración cuando tengo una página en blanco frente a mí. Es mi musa. La que provoca escribir una cuartilla entera sólo para hablar de su mano.

Lo sé, una cuartilla puede ser mucho o muy poco. Es demasiado cuando ese maestro te pide hacer una síntesis del tema que vieron en clase; para un escritor es “nada” cuando se trata de escribir sobre su enamorada; y para mi enamorada, puede ser el escrito interminable, ese escrito que cada vez que lo lee le dice algo distinto, las palabras cambian su voz y la cantidad de ellas aumenta o disminuye dependiendo la posición del sol.

Para mí, es un intento de justificarle a Paola por qué tiene que estarse secando en su pantalón cada diez pasos.

Después de que ella llenara los cinco espacios que hay en mi mano. Fuimos por dos helados de vainilla en cono de chocolate, uno para cada uno. A ella le gusta el helado de vainilla y a mí me gusta verla feliz…y comer. Porque cuando come, empieza a bailar inconscientemente; su baile es muy sencillo e hipnótico. Primero comienza a mover los hombros, alternándolos hacia adelante y atrás, seguidos de su cabeza que se acopla a la coreografía y al final tararea una melodía que ni a Beethoven se le hubiera ocurrido en la noche más creativa y estrellada de su vida. Nos sentamos en una de las bancas de la plaza para comer los helados.

- Me gusta la combinación entre el sabor a vainilla del helado y el sabor a chocolate del cono. – me dice sin despegar la mirada de su helado –

- En realidad, el cono no sabe a chocolate, sabe a galleta, igual que el de vainilla…

Ni bien termino de decir lo que pienso cuando ya tengo su mirada clavada en mí. Se queda en silencio, regresa la mirada al helado y le da una mordida, asegurándose de sólo comer el barquillo.

- Sí, tienes razón. Es muy sutil el sabor a chocolate. Sin embargo, me gusta la combinación de sabores entre la vainilla y el chocolate. – Se termina de un bocado lo que le queda del helado - 

Creo que los pequeños momentos son los que, con mayor claridad te dicen sí te gusta o no esa persona. No necesitas más que un helado, una banca de madera y a esa persona. Cuando es la indicada, los silencios pasan a ser los momentos más pacíficos; se sienten como cuando agarras un flotador de alberca, te lo pasas entre los brazos, cierras los ojos y te relajas; las pláticas son las más enriquecedoras, se puede hablar de lo que sea, literalmente. Y todo tiene sentido, un sentido raro, en dónde hablar de la economía del país es mucho menos trascendental que saber quién puede hacer la bomba de chicle más grande y por más tiempo, claro está.

- ¿Qué es lo más te gusta de mí?

Me tira la pregunta sin previo aviso y es una pregunta difícil; hay muchas cosas de ella que me gustan. ¿Cómo decidir qué es lo que más me gusta de ella? Después de pensármelo un poco, apremiado por su mirada, me decido por responder con una característica física.

- Me gusta tu sonrisa

- ¿Mi sonrisa?

- Sí

- Entonces no te gusta mi cuerpo, sólo mi sonrisa

- Yo no dije eso

- ¿Ah no?

- No

- Bien… ¿Qué más te gusta de mi cuerpo?

Uno pensaría que se es fácil definir, en orden de mayor a menor grado, que parte del cuerpo nos gusta más. Y sí lo es. Los hombres sabemos eso mucho antes de que nos dirijan la primera palabra. El problema radica en que no se puede decir, es información nuestra, personal; tal vez estando en la cama se pueda hacer esa pregunta. No en medio de una plaza comercial y durante un “interrogatorio policiaco” …

- Entonces, joven Ruiseñor Martínez, ¿cuál es su respuesta?

-  …me gustan tus pompis…

- ¿Qué te gustan de ellas? No las has visto.

- No en persona,cara a cara. Pero, su personalidad sí sale a relucir y más con los pantalones como el que traes.

- ¿Me has estado viendo las pompis? Qué pervertido eres.

No sé qué decir. Evidentemente negué con la cabeza, no el hecho que haya bajado la vista una vez…varias veces. Sino el que no soy un pervertido

- Sólo estás conmigo por mis pompis y mi sonrisa. ¡Vaya!

- No, también me gusta tu forma de ser, el como soy cuando estoy contigo.

Ella frunce el ceño

- Me gusta lo que provocas en mí. Por ejemplo, haces que me cambie más de tres veces la ropa que me voy a poner para salir contigo y termino escogiendo ropa que no estaba en mis opciones. Checo una y otra vez que los soundtranks de las películas de Disney y “Mammamia” estén descargados en mi celular antes de salir de casa y eres la que me da la fuerza necesaria para abrir una lata de atún en vez de pedir una pizza… o el que sólo coma tres rebanadas en vez de la pizza completa. ¿Me entiendes? Sacas lo mejor de mí y así sea el mejor para ti.

Se queda en silencio unos segundos. Comienzo por desvariar pensando que hay personas a nuestro alrededor mirándonos y que las plantas de las jardineras están inclinadas hacia ella en espera de su respuesta.

- ¿Me estás diciendo que lo que más te gusta de mí, eres tú?

- ¿Cómo? ¡Espera, no! Eso es trampa, sólo tomas parte de lo que digo…

Se ríe. No una risa pequeña, se ríe a carcajadas. Se ríe de mí. Cuando termina, suspira, se me queda viendo y aprieta los labios.

- Eso no es trampa, sólo te estaba molestando.

Se pone de pie

- Caíste en la trampa hace mucho.

Me quita lo que me queda del helado y se lo come. Después de chuparse los dedos índice y pulgar estira la mano para que me levante…exhalo; me quedo viendo sus dedos por unos segundos, ellos me llaman; llegó el momento de ir a ese lugar de tribulación para la mayoría de los hombres.

Quiere ir de compras.

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