Los días antes del 24 de diciembre, el querer abordar un taxi para ir de compras o regresar a su lugar de origen representaba un dolor de cabeza, pues los señores se daban el lujo de escoger las mejores corridas y con el precio que ellos disponían.
Hoy, nuevamente se puede observar a los taxistas buscando desesperante el pasaje por diferentes puntos de la ciudad o haciendo largas colas en lugares estratégicos para ganar pasaje.
Como ya es costumbre en estas épocas del año, los taxistas no se dan abasto para brindar el servicio a los cientos de personas que buscan llegar a los super mercados, plazas de la ciudad, ir con la familia a las tiendas de ropa, zapaterías o regresar a sus hogares.
En esos días se pueden observar los rostros afligidos de las personas, quienes no pueden llegar a su destino y que ya tienen mucho tiempo esperando la "buena voluntad" de un taxista para que les dé el servicio.
Y más si viven al poniente de la ciudad, resulta casi imposible, y si algún taxista los quiere llevar, el precio de la tarifa la suben a su libre albedrío.
Todo esto sin que las autoridades de transporte público puedan hacer algo, ya que son pocas las personas que denuncian los abusos que se cometen.