En muchas regiones del país ya se comienza a sentir el ambiente navideño, y no lo decimos sólo por las decoraciones en las casas y parques, sino principalmente por el frío, característico del invierno en este lado del mundo.
Si eres fan de este tipo de clima, probablemente sean buenas noticias para ti que se viene la época donde puedes prepararte un café y acurrucarte con tu cobija de tigre… pero también debes tomar preocupaciones, porque con el frío aumenta el riesgo de contraer enfermedades respiratorias.
En este contexto, ¿te has preguntado si es importante cubrirse bien una parte del cuerpo antes que otra? Existe un dicho popular que “el frío entra por los pies”, pero, ¿es esto científicamente cierto?
De acuerdo con información del blog Podoactiva, hay dos zonas que son más susceptibles a las temperaturas, tanto al calor como al frío: la cabeza y los pies.
Según dicho blog, el calor corporal tiende a “subir” a la cabeza, y de la misma forma es a través de esa zona que el calor del ambiente se absorbe o libera, ya que suele ir descubierta.
Ahora, es aquí donde te confirmamos que la frase popular sí tiene algo de verdad, porque los pies son igualmente sensibles a la temperatura, pero en su caso es a través del traspaso de energías por contacto.
Al estar en constante contacto con el suelo, los pies absorben rápidamente la energía térmica de este. Es por ello que en verano se recomienda usar sandalias o zapatos ligeros, para fortalecer la liberación de calor; y en invierno, es importante elegir calzado y calcetines adecuados para no perder calor y que les “entre más frío”.
Por lo tanto, puedes tener la certeza, con evidencia científica, de que las recomendaciones de tu mamá o tu abuelita de cubrirte bien los pies tienen fundamento, al igual que la cabeza, así que si las temperaturas bajan drásticamente en donde vives, ponte gorro y calcetines adecuados.
Otras partes del cuerpo que también es importante que cuides del frío son las manos, los labios, la nariz y alrededor de los ojos, pues son altamente sensibles y son propensas a sufrir resequedad, irritaciones, inflamaciones e incluso grietas.