Existe o no la igualdad

Si alguien anuncia que buscará la igualdad de los seres humanos dándoles la oportunidad de superarse, triunfar y con ello vivir mejor, todos le aplaudiremos.

¿Pero realmente existe la igualdad? La respuesta es definitivamente sí. Todos somos iguales en dignidad y ante la Ley. También en derechos y obligaciones.

Pero respecto a otros temas, surgen marcadas diferencias entre los seres humanos. Las hay en habilidades, inteligencia, conocimientos, iniciativa, aspiraciones y desde luego en el deseo de trascender; entre otras cosas.

Existen personas que desean superarse y a pesar de las adversidades que enfrentan, logran alcanzar sus sueños gracias a su empeño en conseguir las metas que han buscado.

Por el contrario, hay quienes nacen cansados y entre la pereza, el conformismo y hasta los vicios, dejan de buscar oportunidades y viven inmersos en la queja constante y en el resentimiento permanente contra los demás, porque creen que su pobreza es culpa de quienes triunfaron, no de ellos mismos, cuyo mayor error fue dejar de luchar por superarse.

La obligación del gobierno de cualquier país es poner piso parejo para que todo el que desee mejorar pueda conseguir su propósito.

Pretender imponer a todos una igualdad a la fuerza es ir contra la naturaleza humana y contra la libertad de las personas.

En los países socialistas se logra una aparente igualdad empujando a las clases medias hacia la pobreza y desalentando el espíritu de superación de sus habitantes. Quienes tienen recursos suficientes no sufren tanto, porque simplemente se van a vivir a otras naciones.

Pero hasta en el socialismo populista hay excepciones. La igualdad es solamente para los de abajo, no para la élite que controla el gobierno, porque ésta goza de salarios, prestaciones, privilegios y consideraciones especiales; manejando a su antojo y a su conveniencia los recursos públicos.

Por esa razón llegan a darse casos patéticos, donde los gobernantes que presumen vivir en la austeridad, terminan su gestión inmensamente ricos.

Hay quienes afirman con ironía que los populistas aman tanto a los pobres que por eso los multiplican.

Igualmente resulta trágico que un exiliado cubano que trabaja de lavaplatos en Miami, tenga posibilidades de mandarle apoyo económico a un familiar que vive en la Habana y que se desempeña como científico. Eso es el mundo al revés.

Quienes huyen de la pobreza sueñan con llegar al país más capitalista del mundo, donde si bien hay muchas oportunidades, también existe discriminación.

A pesar de las dificultades arriesgan su vida al irse de indocumentados con tal de huir del “paraíso” socialista, donde no hay empleo, escasean los alimentos, e impera la represión contra quienes piensan distinto; lo que obliga a muchos a dejar su patria y su familia.

Nadie pretende en su sano juicio irse a trabajar a Cuba, Nicaragua o a Venezuela, donde supuestamente manda el pueblo. Es triste observar como la supuesta defensa de los necesitados se queda solo en el discurso demagógico.

De nada sirven las palabras melosas a favor de los pobres, cuando para ellos no hay medicinas suficientes en los hospitales públicos y el nivel educativo va en franco retroceso, porque la enseñanza se ideologiza y no se capacita a los alumnos para razonar, cuestionar, reflexionar e investigar, lo que les resta capacidad para competir por un mejor empleo.

Como conclusión: el cambio positivo y verdadero que necesitamos en México solo se logrará mediante la participación ciudadana que se dará si la gente sale a votar de forma masiva, responsable y entusiasta en las próximas elecciones. ¿No les parece a ustedes? Muchas gracias y buen fin de semana.