Las oposiciones pueden ganar el 24.
Se percibe una efervescencia. Se ha movido el tablero. Es posible ganar, pero antes hay que pagar una factura.
Tenemos la obligación de ofrecerle a millones de personas que viven en la miseria una certeza de que saldrán adelante.
Irene Vallejo nos recuerda de un hallazgo sorprendente: el de huesos con malformaciones en tumbas colectivas de hombres primitivos.
El hallazgo implica que las personas con alguna discapacidad eran incluidas, cuidadas, alimentadas por el grupo. Fue el origen de la palabra solidaridad y la cimiente de la comunidad: una pertenencia común.
México está partido por un distanciamiento social que viene de atrás y viene de lejos. Hay personas que, aquí, no tienen vida: tienen dramas.
A la necesidad, el miedo, el abandono, se agrega quizá un horror mayor: el olvido.
La dictadura de la pobreza extrema, que aprisiona a 55.7 millones de mexicanas y mexicanos implica que no pueden comer, están enfermos, hambrientos. no tienen acceso a agua potable, electricidad. Su piso es la tierra.
La demografía de la miseria envuelve a 10.8 millones de personas: más que la población completa de Uruguay, Panamá, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador o Belice.
A ellos, se suman 44.9 millones que viven en pobreza.
Al país le urge recuperar su sentido de comunidad, de inclusión y de hermandad.
No hay viabilidad futura bajo esta desigualdad y esta carencia.
La agenda central de las oposiciones tendrá que pasar por ofrecer un camino de salida creíble y veloz a estas personas de la pobreza, sí, por supuesto, pero primero del olvido. El origen de la palabra respeto significa “volver a ver”. Retomar la consideración hacia el otro. Curar su dolor. Ofrecerles consuelo y reinstalarles la esperanza.
Necesitamos convertirnos en una sociedad de respeto. A la dignidad del otro. A su integridad. A su libertad y su felicidad.
Morena no logró reducir la pobreza: la aumentó. La destrucción del empleo es su origen y venía desde antes de la pandemia. El peor virus que golpeó a la población en 2020 no fue el del COVID sino la arrogancia de las autoridades federales.
Los programas sociales resultan hoy imprescindibles porque permiten la sobrevivencia en medio del desastre. Pero el futuro que merecemos no es que la gente sobreviva en pobreza sino sacarla de ahí: ofrecerles dignidad, conocimiento, nutrición, habilidades, empleo, posibilidad de emprender.
Eso solamente lo podemos hacer las oposiciones. La apuesta de Morena es seguir haciendo lo mismo, solo que más radical. Por eso sus corcholatas no emocionan. No conectan. No despiertan emoción ni esperanza.
La doble cara del morenato se ha vuelto cínica y ofensiva. Adán Augusto con relojes de un millón de pesos. Prestando a una cercanísima suya aviones. Entre las tres corcholatas han gastado más de 500 millones de pesos en publicidad.
Ya no son opción. Eso abrirá un hueco en su voto blando.
Aprovecharlo implica reconocer que cometimos errores en el pasado. Hacer un llamado urgente a la sociedad a cambiar y ser más generosa y empática.
Estamos como estamos porque somos como somos, nos alerta Catón. Es cierto: se tuvo que hacer forzosa la filiación de trabajadores al IMSS. Incrementar el poder adquisitivo del salario. Aquí no se invierte en productividad: las y los trabajadores mexicanos son los que más trabajan de la OCDE y también los que menos producen. Pero cuidado: también advierte Michael Sandel que la productividad se ha disparado en EU en los últimos lustros, pero el ingreso no ha crecido. Sin la sustitución del egoísmo no hay balas de plata.
Es preciso hacer un llamado a aquel sentido de unidad y compasión que nos recuerda Vallejo.
México es un país partido: entre el que tiene dinero y el que no; el que tiene educación y el que no; el que vive en el norte y el que no; entre el que tiene un arma de asalto y el que no; el que tiene un pene y la que no; entre quien es moreno y el que no.
Ya fue suficiente. La segregación emocional es socialmente insostenible y peor: es moralmente inaceptable.
El juego ha cambiado. Pero no ganaremos si no somos capaces de ganar el anhelo, la confianza, la fe de las esperanzas en un futuro compartido y mejor.
Y eso comienza con volvernos a mirar.