Aunque el calendario que tenemos nos pueda parecer algo normal, lo cierto es que vemos en él dos aspectos extraños. El primero es que uno de los meses, febrero, tenga sólo 28 días. El segundo, que acostumbrados a que los meses se alternen entre tener 30 y 31 días, haya dos que incluso siendo consecutivos, tengan 31 días cada uno, julio y agosto. Estas dos “imperfecciones” del calendario que utilizamos tienen un mismo origen histórico y bastante antiguo: la Roma que controló medio mundo.
Más de 20 años después, Augusto (que ya fue emperador), quería tener la misma gloria que su antecesor Julio César (que también era su padre adoptivo), por lo que le pareció buena idea cambiarle el nombre al siguiente mes.
De esa manera, “sextilis” se convirtió en “augustus” en honor de quien fue el primer emperador romano.
Y como tampoco quería que tuviera menos días que el de Julio César, el emperador Augusto reajustó nuevamente el calendario para que ambos meses tuvieran la misma duración. Hay quien dice que ese día extra lo tomó de febrero, y por eso tiene 28 días.