El esclavo voluntario.
¿Cómo está usted? Afectuosamente lo invito a nuestras reuniones los Domingos a las 11:30 en La Iglesia Cristiana Agape de La Llave 1002, casi esquina Aldama.
Cuando el pueblo de Israel venía en el desierto de Egipto hacia La Tierra Prometida, recibió de Dios muchísimos Mandamientos. Uno de ellos es muy interesante y quisiera compartírselo:
“Cuando se venda a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, el séptimo le despedirás libre y cuando lo despidieres no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido. Te acordarás que fuiste siervo en la tierra de Egipto y que Jehová Tu Dios te rescató, por tanto Yo te mando esto hoy pero si él te dijere “no te dejaré porque te ama a ti y a tu casa, porque le va bien contigo, entonces tomarás una lezna y horadarás su oreja contra la puerta y será tu siervo para siempre. Así también harás a tu criada” (Deuteronomio 15:12-17)
¡Mire qué Mandamiento tan justo y amoroso de nuestro Padre Celestial!
Por cuestiones de pobreza, viudez o algún delito, ocasionalmente un judío tenía que pagar sus deudas vendiéndose él mismo como esclavo, pero a diferencia de otras naciones Dios dispuso que ésa esclavitud no fuera de por vida sino que tuviera un máximo de seis años.
Al séptimo, sin excusa alguna, el amo tenía que dejar libre a su esclavo pero no así como así sino que debía abastecerlo abundantemente de víveres y otros bienes. Al hacerlo debía recordar que él también había sido esclavo bajo faraón y así ellos se iban felices a sus casas.
Sin embargo a veces sucedía algo extraordinario: el amo había sido tan justo y respetuoso con su siervo que lo trataba más que como esclavo como un trabajador o alguien de la familia al grado de que el esclavo simplemente se negaba a marcharse. Se sentía tan a gusto con su amo, le iba tan bien en su casa, estaba tan protegido y con todas sus necesidades satisfechas y sobre todo lo había llegado a amar tanto que renunciaba a su libertad prefiriendo quedarse como siervo voluntario por el resto de sus días.
Entonces tenía lugar el curioso ritual que le he compartido: el amo debía llevarlo a un poste y ahí perforar el lóbulo de su oreja con una aguja. Así su siervo quedaba marcado imborrablemente como propiedad suya y jamás podía irse ni ser puesto a la venta.
¿Qué le parece? ¿Puede imaginarse el amor de un esclavo que prefiriera voluntariamente ser siervo que libre?
Permítame aplicar ésto al plano espiritual al que me dedico como Pastor Cristiano: cada uno de nosotros era esclavo del pecado. Ahí vivíamos y nos movíamos entre borracheras, vicios, adulterios y mil maldades más. Fue ahí donde nuestro Señor JESUCRISTO nos encontró y rompió nuestras cadenas pagando El Precio que se tenía que pagar para darnos libertad: Su propia Vida y Sangre Inmaculadas.
El fue entregado a la muerte para darnos así liberación y desde entonces nos hizo siervos Suyos y al igual que ésos esclavos hebreos nos hemos podido dar cuenta que nos va bien en Su Casa que es La Iglesia, también hemos comprobado que Sus Asuntos y Su Familia, nuestros hermanos, son para nosotros un motivo de amor especial pero sobre todo hemos llegado a amarlo también pues El Es tierno, dulce y amoroso con cada uno de nosotros.
Sus infinitas bendiciones y ésa bendita sensación de seguridad que sólo Al Abrigo del Altísimo se puede hallar así como el perdón que día tras día nos brinda y la certeza de que nos ama como jamás nadie nos pudo haber amado, han cautivado nuestros corazones y aunque la puerta siempre está abierta para todo aquél que desee dejarlo, hemos decidido voluntariamente y por amor renunciar a irnos y le hemos suplicado nos permita quedarnos a Su lado para siempre.
El entonces ha puesto no en nuestras orejas sino en nuestros corazones un hermoso Sello que nos identifica delante de todos como Suyos para siempre: Su Espíritu Santo (Efesios 1:11-13 y I de Corintios 3:16).
Así tenemos garantizada nuestra estancia aquí en Su Iglesia y después de la muerte también nos asegura un lugar en Su Hogar Celestial.
Y usted, mi amable lector: ¿ya se cansó de la esclavitud de pecado en que el diablo lo tiene atrapado? ¿Desearía ser libertado por El Señor JESUCRISTO y al mismo tiempo convertirse en Su esclavo voluntario?
Así El pondrá en usted Su Sello de Amor y comprobará en su propia vida que jamás querrá irse de Su lado porque ama Sus cosas, porque le va bien en Su Casa pero sobre todo, porque lo ama a El porque, como dijo nuestro Hno. El Apóstol Juan: “El nos amó primero” (I de Juan 4:10)
Es mi oración que así sea en usted y que Dios lo bendiga mucho.
Gustosamente lo atenderé en el 921-268-4419 o pastorsedas@hotmail.com