En estas últimas tres colaboraciones hemos replicado la importancia del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se conmemora cada 25 de noviembre a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas. La importancia de insistir en ello es visibilizar la problemática que permita generar conciencia de la urgencia de acciones concretas.
Y es que la violencia no solo la viven las mujeres y niñas, en sus hogares y entornos, sino que esta se potencializa cuando el poder del estado, a través de sus autoridades intenta silenciar, facilitando, la impunidad de los perpetradores, la estigmatización social y la vergüenza que sufren las víctimas. Eso es violencia institucional.
Además, hay que tener presente que, la violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, al igual que el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. Lo que, es más, la promesa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de no dejar que nadie se quede atrás, no podrá cumplirse sin primero poner fin a la violencia contra mujeres y niñas.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, al igual que el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. De ahí la importancia de romper el silencio, pues este es una forma de control y de dominación que el sistema patriarcal permite a través también de instituciones, para que las mujeres no cuenten sus historias ni puedan generar relatos públicos que reivindiquen los abusos que sufren para mantener las relaciones de poder.
La imposición del silencio es una forma de controlar que se ha utilizado a lo largo de la historia para mantener el heteropatriarcado, entendido como ese sistema de ordenamiento social que necesita que se mantengan unos roles de género para colocar privilegios a los varones a costa de la fuerza productiva y reproductiva de las mujeres, sus cuerpos y sus vidas.
A todas nos suena la frase “calladita te ves más bonita” como forma de deslegitimar los relatos de las mujeres y mantener el orden social de géneros, donde los hombres tienen legitimidad de la palabra a costa de la invisibilización de las mujeres para mantener relaciones de poder. Los roles de género imperantes asociados a las mujeres construyen una feminidad asociada al papel de cuidadora, paciente, callada, dócil y sumisa.
Es así que para romper el silencio movimientos feministas como una forma de reivindicar el derecho de las mujeres a contar su historia, alzar la voz, tomar la palabra, poner en el centro su capacidad de hablar, de decir de forma autónoma y consciente. De ahí la importancia de identificar los tipos de violencia y trabajar por su erradicación. Cuando el propio poder, intenta callar y ser omiso, estamos frente a una de las violencias más graves, porque además suele ser silenciosa y puede pasar casi desapercibida, es decir millones de mujeres pueden ser víctimas y no se enteran.
La violencia institucional es una de las más complicadas de definir y también de identificar, porque se trata de una manera más indirecta de ejercer la violencia machista, menos visible que otros tipos de violencia. La primera vez que el término “violencia institucional” aparece en un documento oficial es en la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de las Naciones Unidas, aprobada en 1993. El artículo 2 habla de la violencia física, sexual o sociológica “perpetrada o tolerada por el Estado”.
Más tarde también se aborda en la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y a nivel europeo por el Consejo de Europa. Hay diversas situaciones que son directa o indirectamente violencia institucional. Uno de los ejemplos más claros es cuando el Estado recorta los fondos o cancela los programas de ayuda a mujeres maltratadas. En estos casos, lejos de prevenir la violencia de género, se contribuye a silenciar un grave problema social.
La violencia de género institucional también se produce cuando las autoridades, ya sea la policía, el juez o los agentes sociales, cuestionan el relato de la víctima. La falta de protección para las mujeres denunciantes también es una forma de restarles crédito y dar poder a sus agresores. Sin lugar a dudas el tema de las violencias hacia las mujeres es abismal y sobre el mucho por avanzar.