En el entramado sociopolítico de cualquier nación, la democracia y la justicia se erigen como pilares fundamentales que aseguran la equidad, el respeto a los derechos humanos y la legitimidad de las instituciones. En México, estos conceptos resuenan con especial importancia debido a la rica y, a menudo, turbulenta historia política del país. Hoy en México la democracia y la justicia en México, requieren de un análisis respecto de sus fortalezas, desafíos y el camino hacia un futuro más equitativo y participativo.
La democracia mexicana ha evolucionado considerablemente desde las épocas de un sistema político hegemónico hacia un escenario más plural y competitivo. La alternancia en el poder y una sociedad civil cada vez más activa son muestras de avances democráticos significativos. Sin embargo, persisten desafíos que ponen a prueba el sistema democrático.
Uno de los principales retos es la corrupción, que se infiltra en distintas esferas del gobierno y obstaculiza el desarrollo de políticas públicas que respondan adecuadamente a las necesidades de los ciudadanos. La corrupción mina la confianza pública en las instituciones, esencial para la consolidación de cualquier democracia. Otro desafío es la violencia electoral, que coarta la libre expresión del voto en algunas regiones del país, comprometida por el crimen organizado y otros actores no estatales que ejercen control sobre ciertas áreas.
El sistema de justicia es el encargado de salvaguardar el estado de derecho, asegurando que todos los individuos, independientemente de su posición social, sean sujetos al mismo marco normativo. En México, el poder judicial ha emprendido reformas significativas destinadas a mejorar la transparencia y eficacia del sistema. La implementación del sistema penal acusatorio ha sido un avance importante que busca asegurar juicios más justos y eficientes.
No obstante, la narrativa sobre la justicia en México está, frecuentemente, teñida por la impunidad. Los altos índices de crímenes no resueltos y un sistema judicial percibido por muchos como ineficaz o parcial, indican que se requieren esfuerzos constantes para reforzar el estado de derecho. El acceso limitado a la justicia para sectores marginados de la sociedad intensifica estas disparidades, perpetuando ciclos de pobreza e inequidad.
A ello se suma el reciente análisis de una reforma ya vigente que significa un cambio rotundo en la funcionalidad y operatividad del Poder Judicial. México está frente a un proceso electoral complejo y confuso que habrá de elegir a los funcionarios del Poder Judicial en junio de 2025. Ello también coloca a nuestro país en la mira internacional y habrá que ver, si esta reforma logra los objetivos planteados.
Lo cierto, es que, la verdadera fortaleza de una democracia reside en su capacidad de autorreflexión y adaptación. México enfrenta la ineludible tarea de reforzar el vínculo entre democracia y justicia, elementos que son interdependientes y esenciales para el bienestar de la sociedad.
Fomentar la participación ciudadana sigue siendo uno de los grandes pendientes, son pasos necesarios hacia una democracia más robusta; así como la independencia judicial y la lucha anticorrupción
Hay que decirlo claramente, la democracia y la justicia no son destinos finales, sino procesos continuos que requieren el esfuerzo concertado de gobierno, instituciones y ciudadanía. Con un enfoque decidido y colaborativo, México puede seguir avanzando hacia un futuro donde la democracia y la justicia sean no solo aspiraciones, sino realidades tangibles para todos sus habitantes.