TikTok, sicarios y falsas promesas

El reclutamiento de jóvenes por parte del crimen organizado en México es un fenómeno alarmante que se ha intensificado en los últimos años.

Aunque Veracruz no figura entre los estados con mayor incidencia, la proliferación de casos en otras entidades como Baja California, Chihuahua, Colima, Estado de México y Ciudad de México deja en evidencia un problema estructural de seguridad, justicia y tejido social en el país. La entidad y sus instituciones debe estar alerta.

Lo más preocupante es la creciente participación de menores de edad, quienes, atraídos por falsas promesas de poder y dinero, terminan atrapados en un círculo de violencia del que rara vez escapan.

Los recientes videos en TikTok, en los que jóvenes presumen su intención de unirse al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), son una muestra palpable de cómo las redes sociales se han convertido en un arma de doble filo: por un lado, sirven para exponer esta problemática, pero por otro, son una herramienta de reclutamiento criminal.

Ante esta realidad, surgen preguntas ineludibles: ¿Es necesario regular las redes sociales para prevenir este tipo de contenidos? ¿Hasta dónde debe llegar la responsabilidad de los padres, las instituciones de seguridad y las propias plataformas digitales?

EL PODER DEL CRIMEN SOBRE LOS JÓVENES

Según el informe del Mecanismo Estratégico del Reclutamiento y Utilización de Niños, Niñas y Adolescentes por Grupos Delictivos y la Delincuencia Organizada de la Secretaría de Gobernación (Segob), el CJNG y el Cártel de Sinaloa son las organizaciones con mayor incidencia en la captación de menores.

Sus métodos van desde la coacción directa hasta la manipulación psicológica a través de las redes sociales, videojuegos y amenazas.

La estadística es desoladora: 7 de cada 10 adolescentes reclutados provienen de entornos de violencia intrafamiliar, abuso sexual o maltrato.

Además, la normalización del crimen en comunidades vulnerables hace que para muchos jóvenes pertenecer a un cártel sea una "opción de vida" antes que un delito.

Los menores de 6 a 12 años son utilizados como mensajeros, halcones o en actividades de explotación sexual, mientras que los adolescentes de 13 a 17 años son cooptados para robo, extorsión, venta de drogas, sicariato y desapariciones.

REDES SOCIALES: ¿CÓMPLICES O ALIADAS?

El caso de TikTok es revelador. La facilidad con la que los cárteles publican contenido y atraen jóvenes a sus filas evidencia la falta de un control efectivo sobre estas plataformas.

Aunque en algunos casos las cuentas han sido eliminadas, el problema persiste: los mensajes siguen replicándose y la glorificación de la violencia sigue permeando en la mente de miles de adolescentes.

Es aquí donde se abre un debate sobre la necesidad de una regulación más estricta.

Si bien las empresas tecnológicas alegan no poder controlar completamente los contenidos publicados, su responsabilidad no puede quedar en segundo plano.

Del mismo modo, el Estado mexicano debe reforzar su presencia en el ciberespacio para prevenir el reclutamiento digital.

¿QUIÉN DEBE SER EL VIGILANTE?

El fenómeno del reclutamiento no puede ser combatido de manera aislada. La solución requiere de una estrategia integral que involucre a padres de familia, instituciones de seguridad, sistema educativo y plataformas digitales.

Los padres juegan un papel crucial en la supervisión del contenido que consumen sus hijos, pero no se les puede responsabilizar en su totalidad cuando el Estado no garantiza las condiciones mínimas de seguridad y bienestar.

Las instituciones de seguridad deben reforzar la prevención y el monitoreo del crimen organizado en el ciberespacio, al mismo tiempo que se invierte en programas de educación y empleo para los jóvenes en riesgo.

Asimismo, el sistema educativo debe incluir en sus programas campañas de concientización sobre los riesgos del crimen organizado, con testimonios reales y estrategias de disuasión efectivas.

EL PROBLEMA PUEDE CRECER Y SER INCONTROLABLE

Si el reclutamiento de jóvenes por parte del crimen organizado sigue en aumento, México enfrentará un futuro sombrío.

 La falta de oportunidades y el abandono institucional están creando una generación de jóvenes que ven en la delincuencia no solo un escape, sino un medio de vida.

Si las autoridades no toman medidas inmediatas, la infiltración del crimen en las redes sociales se convertirá en un problema incontrolable.

Regular las redes sociales es solo una parte de la solución. Lo fundamental es atacar la raíz del problema: la desigualdad, la falta de acceso a educación y empleo digno, y la impunidad con la que operan los cárteles.

De lo contrario, seguirán replicándose historias de jóvenes que, por voluntad propia o por obligación, terminan siendo parte de un engranaje de violencia del que no hay retorno.

El Estado, la sociedad y las empresas tecnológicas tienen en sus manos la responsabilidad de cambiar esta narrativa.

El tiempo apremia, y el silencio solo fortalece a quienes lucran con la vida de nuestros jóvenes.

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