Un tema particularmente popular y sensible en el ámbito de la participación de la mujer en la vida pública es la corrupción.
Al respecto, nos surgen varias interrogantes: ¿Qué nos motiva a estudiar la corrupción relacionada con la mujer? ¿Por qué debemos incorporar la perspectiva de género en el campo de la lucha contra la corrupción y promoción de la transparencia? ¿Acaso la presencia de la mujer en la vida pública, toma de decisiones, en los órganos de justicia y legislativos incide en la disminución de actos corruptos?.
Veamos, Transparencia Internacional define la corrupción como “el mal uso del poder encomendado para obtener beneficios particulares”.
¿Cómo se puede abatir la corrupción en el sector público? Algunos investigadores sostienen que la presencia de más mujeres es la solución, no obstante otros consideran que los efectos de la corrupción afectan de forma diferenciada a hombres y mujeres, siendo éstas últimas las que sufren las peores consecuencias.
El vínculo entre género y corrupción se ha abordado desde dos puntos de vista: 1.- quienes han examinado si la existencia de un mayor número de mujeres en el gobierno y altos rangos de poder tiende a disminuir los índices de corrupción, y 2.- quienes manifiestan que la corrupción afecta más a las mujeres que a los hombres, dado que tradicionalmente el género femenino es considerado como el sexo débil y por ende con mayor riesgo de vulnerabilidad.
El estereotipo de la mujer es, que es menos corrupta, se tiene mayor expectativa de ella y carga con mayor responsabilidad, por lo que si comete una falta, públicamente es estrictamente sancionada más que a los hombres, motivo suficiente para abstenerse de practicar la corrupción, como ejemplo podemos mencionar a las Presidentes Laura Chinchilla en Costa Rica (2010-2014) y Michelle Bachelet en Chile (2014-2018), quienes debido a denuncias de corrupción relacionadas con su administración, su credibilidad y popularidad bajó considerablemente.
En el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional (2023), México mantuvo una calificación de 31 puntos, la misma que en 2022, en una escala que va de cero a 100, donde 100 sería la mejor calificación posible. Es además, el peor país evaluado en términos de corrupción de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En el G20, ocupa la posición 18, por encima de Rusia que se ubicó en la posición 19. (Fuente: www.transparency.org)
La corrupción en un país trae como consecuencia la desconfianza de inversionistas extranjeros, desvío de recursos económicos destinados a beneficios sociales, desconfianza de los ciudadanos en sus instituciones, incluyendo a los jueces y a toda la maquinaria del Poder Judicial.
Cuando existe alto nivel de corrupción en un país viene aparejado el fenómeno de la impunidad y en México de acuerdo con la organización México Evalúa, el porcentaje de impunidad general en la justicia mexicana pasó de 91.8% en 2021 al 96.3% en 2022. (Fuente: www.mexicoevalua.org ).
Ahora bien, en México debemos hacer un parteaguas, antes del proceso electoral 2018 y después de los resultados del proceso electoral 2018.
Recordemos que el electorado castigó en las urnas al Partido Revolucionario Institucional que detentaba el gobierno en esos tiempos, así como al Partido Acción Nacional que durante doce años lo ostentó, debido al hartazgo de hechos de corrupción públicos y denunciados, y que a razón de la impunidad que reina en el sistema político mexicano, no fueron castigados a los responsables de esos actos y quedaron en el limbo los cuestionamientos del pueblo, lo que condujo a obtener en el Poder Legislativo Federal y de los Estados la paridad en la participación femenina y masculina; la ciudadanía votó por la mujer, dio su voto de confianza para que con su presencia disminuyan los problemas de corrupción e impunidad y se ha sostenido dicha preferencia.
Sin embargo, no necesariamente la presencia femenina es un sinónimo de disminución o extinción de la corrupción en el sistema político de un país, como se advierte de la estadística en materia de corrupción en México.
Como es bien sabido, en veintidós días la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo tomará posesión como la primera Presidenta de la República, en un momento inédito para todas las mujeres mexicanas de celebración.
La presencia de una mujer en el más alto cargo de la Administración Pública Federal hace que las expectativas de la ciudadanía sean aún mayores en cuanto a la eliminación de la corrupción e impunidad en el sistema político mexicano.
No obstante, se debe parar de estereotipar a la mujer, basta de ubicar a la mujer como la incólume, basta de esperar de la mujer una conducta por demás ética, basta de poner sobre los hombros de las mujeres responsabilidades que son compartidas con los hombres en una sociedad, como es abatir la corrupción y la impunidad, basta de considerar que la honorabilidad es sinónimo de mujer.
¡No es así! no más estrés, las mujeres son seres humanos, son personas, tienen las mismas cualidades y defectos que el hombre, claro que detentan la capacidad para intervenir en la solución del problema de la impunidad y la corrupción, más no son las únicas responsables, vivimos en una sociedad de hombres y mujeres, se ha luchado por igualdad de oportunidades y paridad en representación, muy bien, trabajemos en conjunto, no utilicen a la mujer en momentos de crisis, somos un equipo, vamos a abatir la corrupción e impunidad de manera conjunta…