Entrar a la casa de María de Jesús Sánchez Celaya es un reto, no solo porque se tiene que cruzar por caminos con crecida maleza, de tierra fangosa y el lodo cubre la totalidad de la suela de los zapatos; su vivienda de dos por tres metros es habitada cinco personas.
Su hogar en la colonia Solidaridad es de lámina y no tiene ventana, apenas entra un colchón, televisor y cómoda, no se puede meter otros enseres domésticos, porque representaría ya no poder tender la colchoneta en el piso de tierra donde duerme su esposo, quien se dedica a limpiar patios por lo que sus ingresos semanales no superan los 400 pesos.
Para entrar en su casa donde no se vive solo se puede dormir, hay que agacharse porque el techo se está venciendo y su puerta se redujo a casi metro y medio.
En el patio a menos de 5 pasos de su ‘cocina’ –dos ladrillos y una leña- atraviesa un canal de aguas negras que proviene otras colonias, en tiempo de inundación, tienen que abandonar su único patrimonio para no morir ahogados con el agua del drenaje.
Aquí muy pocas veces se disfruta el olor de los alimentos, una, porque en ocasiones no se tiene que comer y la otra, porque el hedor de las aguas residuales es más intensa.
María de Jesús, es parte del 51.20% de la población de Agua Dulce en pobreza según cifras oficiales del Coneval; hoy la mujer clama ayuda no solo del gobierno si no de grupos altruistas de la ciudad para levantar su techo donde se filtra el agua cuando llueve.