ESPECIAL II La vida de una modelo no es fácil. Hay muchos estereotipos, prejuicios y riesgos. La industria de la moda y el modelaje derivan en un mundo peligroso, difícil y competitivo. Algunas mujeres lo superan y trascienden, mientras que otras terminan aplastadas bajo presión y el acoso sexual constante.
“Para las agencias (de modelaje) somos mercancía. No nos ven como seres humanos… casi todos en la industria nos ven así”, lamentó en Instagram Jimena de Aparicio, veracruzana destacada de la escena mexicana y que ha levantado la voz.
No visten Gucci, Balenciaga, Dior o Chanel. Exhiben la última tendencia: la explotación laboral. En una pequeña ciudad de Veracruz, se puede imitar un mundo de glamour y luces.
Sin embargo, también existen duras realidades que pocas veces se ven desde afuera: la competencia es feroz, las oportunidades son escasas. Estrés frecuente. Riesgo de caer en manos de redes de trata.
“Ocho horas de arduo trabajo, sin contrato, con pagos en especie y, en el mejor de los casos, 500 pesos recibidos en un periodo de tres meses, son condiciones de explotación que rodean al fantasioso mundo del glamur que padecen las y los modelos, que son parte de más de un millón de trabajadores de la industria textil en México”, cita el diario La Jornada sobre la situación general que viven en el país las jóvenes.
Esta es la historia de Susana, una modelo veracruzana que se enfrenta a los altibajos y a los problemas de muchas mujeres que buscan el éxito en este campo.
Cuando la conocí, Susana era alta y delgada, con piel moreno-clara y unos ojos grandes y expresivos. A los 15 años, comenzó a modelar en pequeñas pasarelas y llamó la atención de algunos agentes de moda locales.
Sin embargo, antes de su primer contrato, fue rechazada por varias agencias de modelos por no cumplir con los estándares de belleza requeridos.
El cazatalentos que la introdujo al modelaje era un ‘freelancer’ de revistas de moda internacionales. Pronto aprendería con él que su belleza era más útil para los hombres que para su carrera. Muchos le exigían favores sexuales. Fotógrafos le insinuaron que solo tendría éxito si se "acomodaba" con ellos.
Al principio, todo parecía un sueño. Después se tornaría en algo cercano a una pesadilla, con momentos deslumbrantes. El fotógrafo le auguró que con sus ‘influencias’ y contactos sería tan famosa que en 3 años viajaría a Nueva York, París y Milán para desfilar en las pasarelas de las marcas más importantes.
La modelo, cuyo verdadero nombre no se revela por razones de privacidad (pidió llamarle Susana), comenzó a descubrir que detrás de la belleza, las pasarelas, hay un mundo oscuro: la presión por mantener su figura perfecta, la competencia con otras modelos y la falta de privacidad. Y comenzaron a tomar un alto costo.
Se encontró en situaciones incómodas en las que tuvo que soportar comentarios inapropiados y una lluvia de propuestas indecentes.
Le prometían trabajo y oportunidades que no existían, la sometían a largas jornadas de trabajo sin reposo.
La vida de una modelo puede ser un torbellino de emociones y experiencias inesperadas. Las cámaras destellan, los diseñadores te adornan con sus creaciones y el mundo te mira. Pero detrás de la glamurosa fachada hay una vida de sacrificio, incertidumbre y a menudo, explotación.
Susana, por ejemplo, ha tenido que lidiar con fotógrafos y empresarios que le pedían que se pusiera en situaciones incómodas o riesgosas: una falsa cita para una sesión de fotos de una firma comercial extranjera en un hotel de Puebla.
“Por su seguridad, nunca una modelo, ninguna mujer, debe ir a una cita de trabajo a un hotel”, afirma.
Pero lo que más me impactó fue su historia sobre un casting para una importante pasarela en la Ciudad de México. La modelo había sido seleccionada para la audición y viajó a la capital con grandes expectativas. Pero cuando llegó allí, descubrió que el casting era una farsa.
Los organizadores le pidieron que se desnudara y se tomara fotos en poses sugerentes, prometiéndole un lugar preferencial en la pasarela si aceptaba hacerlo. Horrorizada y enojada, se negó. Más de lo que pasó no quiere contar…
En muchos casos, dice Susana, los supuestos representantes de agencias son como vampiros que chupan la energía de las aspirantes a modelos, dejándolas exhaustas y desorientadas. No les importa la dignidad de las jóvenes, ni las consecuencias de su explotación.
Están dispuestos a hacer cualquier cosa para maximizar sus beneficios: horas de trabajo interminables para las chicas, salarios miserables e incluso el tráfico humano. Estos explotadores son depredadores que se alimentan de la vulnerabilidad, aprovechándose el deseo de éxito y fama. Su proceder no solo implica explotación laboral, sino también explotación emocional y física.
Las modelos no tienen contratos y cuando llegan a contar con uno son desventajosos y abusivos. Los pagos en especie son comunes (ropa, zapatos o accesorios, como trueque). Si reciben retribución monetaria, las liquidaciones son a meses y la seguridad social no existe, reportó La Jornada.
Susana a menudo trabajaba durante largas horas, sin descanso y sin pago adecuado. Algunas de las compañeras con las que compartía castings y desfiles consumían sustancias prohibidas para mantenerse delgadas y con energía.
Susana también tenía que lidiar con clientes que no cumplían sus promesas y se aprovechaban de su trabajo. Conoció sujetos extraños que ella sospecha que eran mafiosos de grandes ligas o políticos en malos pasos…
“Un día, una de mis compañeras de trabajo desapareció. Nadie supo qué había pasado con ella, pero creo que pudo ser víctima de trata”, dice.
Jimena de Aparicio, quien es originaria del Puerto de Veracruz y ha sido imagen para grandes marcas como Vogue, Carolina Herrera y Apple, recuerda en entrevista para medios digitales que en sus inicios llegó a cobrar 500 pesos por ocho horas de trabajo.
“Te lavan el cerebro diciéndote que ganas experiencia y que hay que ser agradecido porque nos están dando una oportunidad, pero tienes que aceptar un pago muy bajo o un pago que te tardará meses en llegar. De prestaciones, cero, así como si te pasa algún accidente en el trabajo, pues que te vaya bien porque no hay para médicos ni nada… Las chicas que quieran entrar tienen que prepararse para lo peor”.
Conocí a Susana en una sesión de fotos en una lujosa villa en las afueras de Xalapa. Era joven y hermosa, con ojos oscuros y cabello negro como el ébano. La cámara la amaba, cada pose era perfecta, cada gesto delicado y elegante. Pero entre las tomas, supe que había algo más.
Susana había sido ‘descubierta’ a la edad de 14 años por el cazatalentos en su pueblo natal. Sus padres, campesinos pobres, se alegraron de que su hija tuviera una oportunidad en la vida y la enviaron a Xalapa, donde comenzó su carrera como modelo.
Pronto se dio cuenta de que la industria de la moda era un lugar difícil y hasta despiadado.
De niña, había visto pasarelas en la televisión y desde entonces soñaba con ser una de esas mujeres hermosas que mostraban ropa única y desfilaban frente a una multitud que las aplaudía.
Cuando por fin obtuvo su primer contrato, fue obligada a perder más peso hasta llegar a un peligroso nivel de delgadez, a menudo sin acceso a alimentos adecuados y bajo una presión constante para estar siempre en forma.
Las horas de trabajo eran interminables, a menudo sin pago o con salarios muy bajos. Y luego estaban los clientes, algunos de los cuales esperaban favores sexuales a cambio de contratos y trabajos.
En ocasiones pasó meses sin conseguir trabajo y sin poder pagar el alquiler. Muchas veces no hay nadie a quien acudir para buscar ayuda.
Algo similar vivió la veracruzana De Aparicio, quien relata que en un tiempo de limitación económica subió una foto a sus redes: “con cinco pesos en el bolsillo hasta que la agencia se digne a pagarme”.
La industria de la moda y la belleza podría ser un espacio de creatividad y libertad, pero en muchos casos se ha convertido en un lugar donde los depredadores acechan y se aprovechan de los más vulnerables.
Las modelos son representadas por agencias que fungen sólo como enlace con empresas y a la mayoría de las trabajadoras no les va bien.
“A 95 por ciento no le va bien”, advierte la veracruzana Jimena de Aparicio, quien pertenece a un pequeño sector de las afortunadas a las que sí, pero luego de recorrer su propia pasarela de vida con malas experiencias.
Ella ha pasado por agencias y ahora tiene una trayectoria amplia con campañas para marcas internacionales –apareció en la portada de Vogue–, pero recuerda el maltrato laboral.
Y su historia no es inusual en esta industria. Cuando llegó a la Ciudad de México desde Veracruz convocada por una agencia, tuvo que pagar su transporte.
Arribó a un “depa de modelos”, lugares pequeños rentados por las agencias en los que se les alquilan las camas; en estos espacios pernoctan unas siete u ocho personas.
La presión por la apariencia física es dura y constante. Cuando Aparicio conoció al dueño de la agencia, sin más le dijo: “Estás gorda, das asco, te ves horrible…”
Al quinto día estaba harta y quería regresar a Veracruz antes de soportar este tipo de trato, que por lo regular sufren muchas.
Jimena de Aparicio es un tipo de modelo con perfil nacional que se abre paso al margen de los más utilizados provenientes de Europa.
“La agencia me pedía adelgazar, me decían ‘los clientes no te quieren porque estás gorda’, siempre me lo repetían y yo era talla 7. Lloraba mucho y pensé que era algo que no valía la pena. Es un medio donde te presionan con tu físico, yo lo entendía pero aún así sentí que no era lo mío, no quería permitir que me denigraran", dijo en una entrevista, con un prestigiado medio digital.
“De vuelta en Veracruz, pasé por un periodo de depresión. En octubre empecé a trabajar. Me habla mi booker después de un tiempo, un poco apenada por la situación y me dice que necesita que regrese. Me estaba buscando Dolce & Gabbana, me querían conocer. Vine para la CDMX, conocí el director de la marca y me lleve muy bien con todos ellos. Ya no sé qué paso con ese proyecto, pero estoy muy agradecida con ellos porque le hicieron ver a mi agencia que no importaba la talla, yo tenía potencial”.
A pesar de todas las dificultades, Susana logró conseguir trabajos aceptablemente remunerados, a años luz de lo que puede ahora ganar por ejemplo Jimena de Aparicio. En algún momento, decidió que ya había tenido suficiente. Tomó un descanso provisional para buscar otras oportunidades.
Aprendió, asegura, que la belleza es sólo temporal y que hay cosas más importantes que la perfección física. Descubrió que ser auténtica y fiel a sí misma era más valioso que cualquier contrato de modelaje.
A pesar de las dificultades que ha sorteado, Susana sigue luchando por su carrera. Continúa yendo a castings y audiciones, trabajando en su cuerpo y su técnica. Lucha contra los estereotipos y las dificultades para encontrar su verdadero camino.
Quizás no llegará a ser una top model famosa, pero está segura de que podrá sentirse orgullosa de sí misma y de su esfuerzo. A tiempo supo que la belleza no es suficiente para alcanzar la felicidad y el éxito. Pero hay algo en su mirada que refleja una profunda melancolía.
Susana ha pasado por varias de las cicunstancias relatadas y más. Ha sido humillada, insultada y tratada como un objeto. Ha sentido muchas veces que ignoraron su individualidad y derechos. Pero sigue adelante, esperando que algún día su suerte cambie.
- ¿Cómo lo soportas?-, le pregunté en un momento de descanso.
- Es la única vida que conozco-, respondió con una triste sonrisa. "Y al menos me da la oportunidad de soñar".
Su historia me dejó pensando en la oscura realidad detrás del brillo y el glamour de la moda.
En el mundo de las pasarelas, la belleza, es a menudo una fachada para el dolor y la explotación. Y para las modelos, como Susana, la vida puede ser una lucha constante por mantener la cabeza fuera del agua.