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En la frontera entre Chiapas y Guatemala, se esconde un negocio de miles de millones. El ganado que cruza ilegalmente de Centroamérica a Veracruz no solo alimenta la cadena de suministro de carne de res, sino que también sostiene redes criminales, corrupción y una economía clandestina que permanece oculta tras la cortina de la legalidad.
En el pequeño y aislado pueblo de Benemérito de las Américas, a orillas del río Usumacinta, se gestan los primeros pasos de una operación que ha movido más de 300 millones de dólares al año, de acuerdo con prensa de Estados Unidos.
Desde ahí, ganaderos y contrabandistas cruzan la frontera de forma casi invisible, ignorando los controles aduaneros y las leyes del país.
El negocio es simple: el ganado llega desde Nicaragua, se recoge en Guatemala y cruza a México, donde se "lava" y entra a la cadena legal de distribución. Y esas vacas, con la marca de su ilegalidad, son las que terminan en muchos ranchos de Veracruz.
Benemérito es un lugar lejano. No hay aduanas ni controles oficiales, pero el río, con su ir y venir de balsas y camiones cargados, es el reflejo de la prosperidad que se esconde tras la fachada de un pueblo aparentemente normal.
Muchos ganaderos de Veracruz se ven atrapados en esta red que no solo les da ganancias rápidas, sino que los coloca en la línea divisoria entre lo legal y lo ilícito.
"El ganado de Centroamérica no está sujeto a los controles sanitarios ni a las leyes que nos obligan a seguir", comentó, consciente de que las vacas que cruza por este rincón del país tienen precios mucho más bajos que las de otras regiones.
El sistema se gestiona con la precisión de una maquinaria secreta: los intermediarios son quienes juegan un papel crucial. Muchos de ellos llevan años comprando ganado de esta manera.
En las aguas turbia del contrabando, hay nombres que no figuran en ningún registro, pero son clave para que todo funcione. Uno de ellos es "La Aduana", el apodo de un misterioso propietario que controla vastas extensiones de tierra a ambos lados de la frontera.
Sus propiedades en el río Usumacinta son los puntos de reunión para que el ganado sea transportado de manera furtiva, sin ser detectado por las autoridades.
"La Aduana" no solo controla el flujo de ganado. Su territorio, que se extiende entre México y Guatemala, es el eje que conecta dos mundos, uno legal y otro ilegal.
En Benemérito, se dice que las vacas cruzan "por la Aduana", un término que refleja cómo, en este rincón del país, las fronteras se desdibujan y las leyes parecen no importar.
Pero si hay un personaje clave en este entramado, ese es El Vani. Este hombre, cuyo arresto en 2021 conmocionó a la región, es el centro de la operación.
Pese a que las autoridades no lo mencionaron en relación al tráfico de ganado, las fuentes locales lo vinculan directamente con el negocio ilegal.
Proveniente de Carranza, Veracruz, El Vani no solo controlaba el tráfico de ganado, sino que también estaba asociado con los cárteles de la droga, como La Familia Michoacana.
El contrabando de ganado no solo se limita a animales. En este cruce de caminos, donde el dinero y el poder se entrelazan, la cocaína también encuentra su ruta.
El mismo espacio que transporta vacas también es utilizado para ocultar droga, aprovechando el flujo de ganado para burlar los controles fronterizos.
En Veracruz, el negocio de El Vani era conocido solo por unos pocos. Entre ellos, los ganaderos más poderosos, que se beneficiaban del tráfico, sabían que la frontera era solo un punto de transición.
"Las cabezas de ganado pasan de Guatemala a México sin que nadie diga nada", comentó un ganadero, revelando que, a menudo, lo que se lleva de Centroamérica no solo son vacas.
Algunas veces, lo que entra junto con el ganado no son solo animales. Las cargas de droga se esconden en los remolques, de forma casi imperceptible, utilizando el ganado como tapadera.
En los mercados de Veracruz y Chiapas, este flujo de animales se mezcló con la cocaína, creando una red compleja de blanqueo de dinero que se mueve tan rápido como el ganado ha reportado InSight Crime.
Aunque el arresto de El Vani fue un golpe temporal para los traficantes de ganado, los actores involucrados no se detienen. Según fuentes de la región, la detención de El Vani no hizo más que ralentizar un negocio que se reconfiguró rápidamente.
El "nuevo" liderazgo, aunque más discreto, se está organizando para seguir moviendo el ganado de la misma forma.
El negocio, tan bien enraizado en la economía local, involucra no solo a los ganaderos y contrabandistas, sino también a las autoridades locales, que en muchos casos prefieren mirar hacia otro lado.
El blanqueo de dinero y la corrupción entre Guatemala y Veracruz están tan entrelazados con la industria ganadera que resulta en algunos casos casi imposible separar una cosa de la otra.