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El Brinco del Chinelo en Morelos

El Brinco del Chinelo en Morelos

Mundo | 2016-02-17 |
El Brinco del Chinelo en Morelos
CHINELO foto tomada de: http://quierounmejormorelos.mx/
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El pueblo de Tepoztlán rebosa de tradiciones, fiestas y leyendas. Sus habitantes se enorgullecen del renombre casi místico que posee esta región, y aquellos que conozcan el lugar sabrán que bien se lo ha ganado.

Los visitantes encontrarán el “Lugar de las piedras quebradas” (Tepoztlán, en lengua náhuatl) 74 km al sur de la Ciudad de México, en el estado de Morelos. Su atracción más famosa es sin duda alguna el Templo de Tepuchtécatl, erigido en lo más alto del Tepozteco, en honor del dios Ometochtli (Dos Conejo).


El ascenso al Tepozteco es intrincado y dura alrededor de una hora, pero al llegar, la majestuosa vista del pueblo de Tepoztlán hace que el esfuerzo valga la pena.

Entre las numerosas fiestas tradicionales de Tepoztlán se encuentra el Brinco del Chinelo, un baile que ha logrado mantenerse con pocos cambios desde hace más de un siglo y que se ejecuta en varias ocasiones durante todo el año, aunque la fiesta de donde se originó y la más popular es el Carnaval (que este año se celebrará del 6 al 9 de febrero).

Para poder recibir a los miles de visitantes, Tepoztlán cambia de sitio su famoso tianguis, ubicado en la calle principal, y dedica ese espacio a “la feria”. Cientos de puestos multicolores invaden las calles, ofreciendo todo lo necesario para divertirse en grande. El domingo de Carnaval por la mañana, ya que todo se encuentra listo para la fiesta, los rostros de los habitantes reflejan un aire solemne, pues aquí las festividades se llevan a cabo siempre respetando las tradiciones de convivencia.

El día del baile

Ya amanece sobre el Tepozteco, pero en este domingo de Carnaval los participantes le ganaron al sol. El mayordomo de la comparsa Anáhuac da de comer y beber a sus bailarines, mientras que los músicos amenizan el momento con animadas piezas. Él nos muestra con orgullo el estandarte de la banda del barrio de Santo Domingo, que iniciará la marcha ritual por las calles del pueblo. Es el turno de los músicos para sentarse a comer, mientras que poco a poco los danzantes ultiman algunos detalles de sus trajes.

“Hace algunos años había muchos más danzantes, pero el número se ha reducido debido al costo de los trajes de chinelo y la difícil la situación económica. Pero no nos rendimos, hay que conservar las tradiciones”, comenta el mayordomo, no sin antes entrar a su casa y sacar su traje: primero un paliacate para cubrir la cabeza, otro para los hombros, luego un sombrero de palma cubierto de terciopelo que se ensancha hacia lo alto, con bordados aztecas y pompones que se moverán durante el baile. Un hiladillo con perlas de plástico, pegadas unas con otras, cuelga alrededor del sombrero.

Ahora saca el vestido, hecho de terciopelo negro, largo hasta los pies, con un borde de blondas de seda en la orilla de las mangas y alrededor del cuello, complementado con una ancha capa bordeada que cubre la espalda; este volantón, confeccionado casi siempre por el mismo danzante, muestra una faceta de la personalidad del que lo porta. Luego nos muestra un par de largos guantes blancos, y finalmente aparece la máscara, que le dará un toque cómico al personaje. Es la cara de un hombre blanco, con las mejillas exageradamente sonrosadas, con grandes ojos azules y una larga barba puntiaguda hacia arriba que le hace parecer un Don Quijote moderno.

Son casi las cuatro de la tarde. La comparsa está lista y la energía inunda el ambiente; dos chinelos elevan la bandera: es la señal. Da inicio entonces la célebre procesión. Los músicos comienzan a tocar sus instrumentos de aire y de percusión al ritmo de la marcha, levantando así los ánimos a lo largo del trayecto hasta la plaza principal del pueblo, donde los espera una multitud expectante.

Al llegar a la plaza, las comparsas, que representan a cada barrio, luchan por aparecer en primer lugar frente a un público que brinca de impaciencia. Al ritmo de la música y siempre alineados, los chinelos intentan ejecutar con todo orden y al unísono una serie de pasos, a pesar de la multitud. Posteriormente surge el silencio y los músicos interpretan piezas más dulces que sirven a los hombres como excusa para invitar a bailar a las mujeres más bellas del pueblo.

Pero cuando explotan varios cohetes es hora de iniciar la tradicional danza que durará largas horas. El “brinco” consiste en saltar ágilmente con la punta de los pies, desencadenándose ligeramente para dar la impresión de ser títeres manipulados por hilos. Los danzantes saltan con energía y avanzan dando vueltas con lentitud, a la manera de los incansables brincadores chinelos, que resisten al calor y aguantan sus pesados sombreros desde ya hace largas horas.

El “brinco” sirve para sacar las tensiones y escaparse. Los chinelos bailan en grupo, cerca uno del otro, se dan energía entre ellos. Cada uno tiene un estilo propio que desarrolla desde su niñez, y cada día de Carnaval aumenta su intensidad en el baile, entrando cada vez más en el juego.

Con información de: http://www.mexicodesconocido.com.mx/el-brinco-del-chinelo-morelos.html
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