La escritura mediante teclado se ha vuelto una práctica diaria muy común, sea interfaz táctil en celulares o teclas conectadas a un ordenador, todos en algún punto lo utilizamos para realizar cualquier redacción, y apenas nos detenemos a notar lo rápido que nuestros dedos se mueven al hacerlo.
Sin embargo, lo que sí es posible que más de uno haya notado en algún punto es que la distribución de las letras del abecedario en un teclado no sigue un orden alfabético, ni ningún otro orden que podamos considerar lógico. ¿A qué se debe esto?
El teclado que todos conocemos se le denomina ‘QWERTY’, debido a las seis primeras letras de la primera fila, y fue diseñado y patentado por el estadounidense Christopher Latham Sholes en 1868. Curiosamente, el diseño original de Sholes sí estaba distribuido en orden alfabético, pero fue recibiendo modificaciones hasta llegar en 1878 al arreglo de teclas que conocemos hoy.
Hay que tomar en cuenta que el invento de Sholes era realmente una máquina de escribir, de hecho, es a él a quien se le atribuye la primera versión comercial de este dispositivo, producido y distribuido por Remington.
Una distribución en orden alfabético permitía una mayor velocidad al momento de teclear, pero esto perjudicaba al sistema mecánico de las máquinas de escribir, pues las palancas que presionaban la tinta contra el papel tendían a atascarse si se pulsaban dos teclas juntas demasiado rápido.
Sholes estudió la frecuencia de uso de cada letra después de otra, para crear la distribución actual que permitiese un tecleado más constante y fácil de usar. Con todo y sus distintos formatos y variantes en otros idiomas, el teclado QWERTY prevalece hasta hoy, y una vez que lo memorizas la distribución se vuelve imperceptible.
No obstante, existió un diseño que estuvo cerca de desplazar al QWERTY. Fue creado y patentado por August Dvorak en 1932, y agrupaba las teclas más utilizadas de un lado para favorecer a la mano dominante.
En 1940, la Armada de Estados Unidos determinó que este diseño era superior al QWERTY, pero este último tenía cuatro décadas de uso que lo respaldaban, habiéndose ganado el título de diseño universal.