El pasado 2 de junio, en México celebramos una jornada electoral histórica en donde la media nacional de la participación ciudadana fue de 60.92%, lo que equivale a que 59 millones 987 mil personas, de un total de 98 millones 517 mil ciudadanos registrados en el padrón electoral salieron a emitir su voto para renovar más de 20 mil cargos de elección popular, destacando la presidencia de la República, ocho gubernaturas, la jefatura de gobierno de la CDMX y la integración del Congreso de la Unión.
La primera reflexión es que la paridad de género ha pasado de ser un ideal a convertirse en una realidad tangible. Con 35.9 millones de votos, Claudia Sheinbaum Pardo será la primera presidenta de México y estará acompañada de 13 gobernadoras (10 de Morena y 3 del PAN). En contraste, la violencia política en razón de género sigue siendo un desafío que debe ser erradicado con la misma fórmula en la que llegamos al tiempo de mujeres que hoy celebramos, es decir, caminando en unidad y sin filias ni fobias.
La segunda reflexión es que la ciudadanía lanzó un contundente mensaje en favor de la continuidad de la Cuarta Transformación y como la regla de oro de la democracia es respetar la voluntad de la mayoría, los resultados deben ser respetados y aceptados, especialmente cuando la diferencia fue tan abrumadora. Descalificar la elección y llegar al despropósito de acusar un fraude, entre otras cosas, es desacreditar a las y los funcionarios de casillas (nuestros vecinos), que participaron en la recepción y escrutinio de votos; y cuando se cae en la intolerancia y los insultos hacia las personas que votaron de forma distinta a la suya, solamente pinta de cuerpo entero a quienes injurian.
La tercera reflexión es que la infodemia y la desinformación electoral fue desenmascarada. La narrativa favorable que construyeron para la alianza PAN-PRI-PRD quedó en mera anécdota y dejó en evidencia a medios que hablaban de una elección cerrada o, que incluso, llegaron a colocar como ganadora a la candidata del PRIAN a la presidencia y a candidatos de la oposición con posibilidades de triunfo en 5 o 6 gubernaturas, al final no fue así. El autoengaño de las dirigencias del PRI, PAN y PRD también se exhibió, por primera vez en casi 100 años de historia el PRI no tuvo candidato presidencial, el PAN perdió bastiones como Yucatán y el llamado sendero azul en la CDMX y a 35 años de su fundación, el PRD perdió su registro como partido político a nivel nacional al no obtener el 3% de sufragios mínimos estipulados por la ley.
La cuarta reflexión es que Morena y sus aliados tienen la gran responsabilidad de corresponder a la confianza ciudadana, para lo cual gobernarán 24 entidades (después de ganar 6 de las 9 gubernaturas que se renovaron); tendrán 83 senadurías, con lo que quedan a solo dos votos de alcanzar una mayoría calificada; contarán con 365 escaños en la Cámara de Diputados (superando la mayoría calificada; estarán en 27 congresos locales con mayoría; y lograron la mayoría de las presidencias municipales (en entidades como Baja California y Baja California Sur ganó el 100% de las alcaldías). En este panorama inmejorable, uno de los grandes retos del partido en el poder es no caer en la tentación de renunciar al debate, porque si bien es cierto que las mayorías son para hacerse valer, también lo es que la esencia de la política es la construcción de consensos y en los regímenes democráticos, un factor clave es la inclusión de las minorías.
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*Asesor en materia legislativa.
Licenciado en Derecho, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Maestro en Ciencia Política, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Maestro en Derecho Electoral, Escuela Judicial Electoral (EJE) del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).