Parafraseando a Martin Luther King, Jr., debo decir que, a pesar de las dificultades del mundo moderno, yo aún tengo un sueño. Sueño con un mundo libre de violencia de género, un mundo en el que mi sobrina y todas las niñas, adolescentes y mujeres puedan vivir en entornos libres y seguros, sin que tengan que sufrir conductas misóginas, machistas o agresivas por parte de personas que no entienden que violentar a una mujer, es agredir a la sociedad en su conjunto.
El 25 de noviembre de cada año se conmemora el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, fecha reconocida por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 1999, como un espacio para crear conciencia sobre lo importante que es prevenir, atender y erradicar cualquier tipo y modalidad de violencia en razón de género. La violencia contra las mujeres no es normal y no es admisible en ninguna circunstancia ni medida.
El panorama que enfrentamos es terrible. La ONU, estima que a nivel mundial 736 millones de mujeres —casi una de cada tres— han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas al menos una vez en su vida (el 30% de las mujeres de 15 años o más). Además, expone que, en 2022, alrededor de 48 mil mujeres y niñas fueron privadas de la vida a manos de sus parejas u otros familiares.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), del total de mujeres mexicanas mayores de 15 años, siete de cada 10 han experimentado al menos uno de los siguientes incidentes de violencia: psicológica (51.6%); sexual (49.7%); física (34.7%); y económica, patrimonial y/o discriminación (27.4%). Por lo que respecta a la máxima manifestación de odio contra las mujeres, el feminicidio, en 2023 se tiene registro de 827 casos y 2 mil 581 homicidios, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad.
Ante esta realidad, vale la pena retomar la campaña impulsada por la ONU, respecto a que la eliminación de la violencia contra las mujeres es una tarea global que exige la colaboración de gobiernos, organizaciones y la sociedad civil, a lo cual agregaría que se requiere de una responsabilidad social que se construya desde los hogares y centros educativos a través de los procesos formativos dirigidos a tener una sociedad con igualdad sustantiva con la premisa: ¡Para los hombres, todos los derechos, ni uno más; y para las mujeres, todos los derechos, ni uno menos!
Mi convicción es real y aunque hay infinidad de argumentos para acreditarlo, si acaso hiciera falta, una razón muy poderosa y la que me compromete infinitamente, es que la persona que más he amado en la vida y a quien amaré hasta la página final de mi historia en este mundo es mujer: mi mamá y; por si eso no fuera suficiente, mi sobrina es una niña extraordinaria a quien tengo el deseo de proteger y no es que le haga falta, pero siempre es valioso e importante contar con lazos de cariño, confianza y respeto que nos den seguridad.
Hagamos que todos los días sean de olas moradas y naranjas que, así como el 8 de marzo de cada año y el 25 de cada mes (destacando noviembre), levantemos la voz por una igualdad sustantiva. Ese es el sueño y en ese anhelo colectivo es indispensable que mujeres y hombres caminemos juntos.
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*Asesor en materia legislativa y consultor político.
Licenciado en Derecho, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Maestro en Ciencia Política, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
Maestro en Derecho Electoral, Escuela Judicial Electoral (EJE) del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (TEPJF).