La medicina alópata y la alternativa son una moneda de dos caras, negarlo sería sufrir de hemiplejia moral y principalmente de hemiplejia científica.
La medicina alópata se ha impuesto a lo largo del tiempo para la atención de enfermedades, lo que significa un gran negocio para muchos, sin embargo, se encuentra frente a serios dilemas y cuestionamientos que cuesta trabajo responder; como nunca se le ha invertido a salud, se esperaría como resultado, una sociedad cada vez más sana, pero no es así, cada año los sistemas de salud de los gobiernos se ven obligados a ampliar el presupuesto en este rubro, es decir, que está en medio de una gran paradoja, porque la verdadera salud no se mide en relación a cuantas camillas de hospital hay, o cuantas nuevas clínicas se inauguran, o cuantas medicinas se vendan; al contrario, todo ese dinero invertido debería verse reflejado en una sociedad cada vez más sana en todos sus aspectos.
En tanto que los laboratorios o gobiernos que forzaron a la población a vacunarse se ven negados a aceptar la grave crisis de salubridad que ha dejado consigo los efectos secundarios de dicha sustancia, ya no se haya a qué raro nuevo padecimiento echarle la culpa, y en esa negación es imposible atender esta crisis, a los médicos cada vez les es más complicado diagnosticar y, sobre todo, atender a nuevos enfermos y nuevas enfermedades.
Esta situación, por el contrario, no está fuera del alcance de la medicina alternativa, complementaria y tradicional que se lo ha tomado muy en serio, aunado a que están habituados a tener que trabajar contracorriente para encontrar los tratamientos que le sirvan de mejor a las personas.
“Que tu alimento sea tu medicina”, era la máxima del padre de la medicina, Hipócrates. Es cuestión de lógica, no dejar en las pastillas la solución, solo hagamos una breve encuesta a las personas de nuestro entorno y verás que hay una gran cantidad de jóvenes que a sus 40 años ya toman al día mínimo tres pastilla y tienen padecimientos crónicos-degenerativos, como gastritis, hipertensión, colesterol elevado, insomnio, diabetes, cáncer, etcétera, y en el fondo todas esas enfermedades podrían mejorar calmando el estrés, cambiando estilos de vida o programar una desintoxicación y nutrición como es la jugoterapia, que con simples jugos naturales las personas podrían resolver muchos de esas patologías.
Es necesario relacionarnos de otra manera con la enfermedad, como lo describen los autores Dethlefsen y Dahlke en su obra La enfermedad como camino, dónde afirman que “la enfermedad no tiene más que un fin: ayudarnos a subsanar nuestras ‘faltas’ y hacernos sanos”.
Aunque gran parte de la población acude a la medicina alópata, es curioso observar que los más ricos de los ricos no se atienden en los mejores hospitales con seguro todo pagado, sino que buscan lo “top de la medicina alternativa”, en tanto que los más pobres acuden a la medicina alternativa tradicional como las curanderas, las parteras o la herbolaria.
Una sociedad sana es aquella que le apuesta a una auténtica cultura de prevención, tiene una alimentación sana, restaura su naturaleza como condición para un bienestar físico, emocional y mental, construye una comunidad con relaciones armoniosas que le permitan una vida en plenitud. Los médicos deben estar allí para las emergencias, pero la medicina alópata y su tecnología también.
La medicina alternativa y complementaria contempla al ser humano integralmente y desde su totalidad atendiendo no sólo al cuerpo físico ni la bioquímica, sino también desde su esencia, es decir, sus sentimientos, pensamientos y su cuerpo etérico.