Si revisamos la historia de México encontraremos que la política, la economía y hasta los usos y costumbres van cambiando con el tiempo; pero el camino que siguen no es siempre el más recto posible para avanzar a mayor velocidad, sino que frecuentemente damos vueltas en círculos. Cambian y cambian las cosas para volver a quedar en el mismo sitio y en no pocas ocasiones muy atrás del anterior.
A eso se debe en buena parte nuestro rezago respecto a otras naciones que nos rebasan, porque sus habitantes adquieren mayor conciencia a través de la preparación y la lectura, participan en asuntos de su comunidad, están mejor informados, salen a votar basados en propuestas reales viables, no determinan su voto por dádivas clientelares y además, no están tan enfrentados. La división y las pugnas internas han sido una de las principales causas de nuestro atraso.
Desafortunadamente algunos gobernantes saben que si aplican la política del divide y vencerás, manejarán al país sin contrapesos y a su libre albedrío. Terminarán imponiéndole a la nación lo que su visión personal e ideológica determine.
Esto no es nuevo. En el siglo XIX por esas mismas causas perdimos más de la mitad de nuestro territorio, debido al divisionismo imperante que produjo rebeliones internas frecuentes que generaron inestabilidad, conflictos y fracasos. En el primer tercio del siglo XX también estuvimos inmersos en distintas pugnas que ensangrentaron a nuestra patria.
La inestabilidad conduce al atraso, porque ningún inversionista sensato pondrá en riesgo su patrimonio ni llevará su tecnología a un país donde no existe un estado de derecho que le brinde seguridad a su inversión.
La política populista impuesta hasta los años 80’s del siglo pasado, marcaba una ruta para la economía basada en el estatismo que ya había fracasado en otras naciones. El gobierno de entonces manejaba a su antojo la economía desde Los Pinos y era además propietario de un sinnúmero de empresas.
La mayoría tenían pérdidas constantes a pesar de ser monopolios. Esto llevó al país a la ruina.
Era el gobierno mexicano de esa época el dueño de los bancos, Mexicana de Aviación, Aeroméxico, Ferrocarriles Nacionales, las salas de cine, los ingenios azucareros, la flota pesquera, Teléfonos de México y hasta de un cabaret y una fábrica de bicicletas. Manejaba también todos los puertos y aeropuertos del país, además de PEMEX y la CFE.
Hasta que llegaron gobernantes con mayor visión y vendieron o concesionaron lo que no podía el estado mexicano manejar con eficiencia. El problema fue que no siempre se subastaron al mejor postor las empresas paraestatales. Algunas quedaron en manos de los cuates y de los empresarios compadres.
A pesar de todo, el gobierno obtuvo ingresos adicionales y dejó de perder tanto dinero.
Ahora, la triste historia vuelve a repetirse. Nuestro gobierno expropió la empresa francesa Air Liquide, compró recientemente a particulares plantas generadoras de electricidad usadas, casi obsoletas; en lugar de invertir esos recursos en la construcción de plantas nuevas para aumentar la capacidad instalada y hacernos más competitivos.
Se creó también el Banco del Bienestar que acumula la mayor cartera vencida de todos los bancos. Se construyen vías férreas que cuestan el triple de lo presupuestado y depredan el medio ambiente. Se compran y operan trenes usados que pierden dinero.
Hacemos todo al revés. En lugar de estudiar primero la demanda del servicio y la recuperación de la inversión, se toman grandes decisiones a puro sentimiento y si se pierde dinero, ni modo. Los políticos no pagan las deudas que adquieren. Simplemente nos endosan la cuenta a los ciudadanos.
Acaba de comprar el gobierno mexicano una planta salinera y ahora no tiene a quién venderle la sal que produce. Puras pérdidas.
Construyó una refinería que costó más del doble de lo inicialmente cotizado y todavía no produce nada. Revive a Mexicana de Aviación que pierde dinero igualito que antes. Y ya mejor no hablemos de las cuantiosas pérdidas de PEMEX y de la CFE, porque solamente nos deprimiremos más.
Tal parece que la historia continúa repitiéndose porque sencillamente no aprendemos de los errores del pasado y la mayor parte de la ciudadanía sigue plácidamente durmiendo el sueño de los justos.
Si seguimos haciendo lo mismo que ya fracasó, continuaremos obteniendo idénticos resultados; es decir, seguiremos perdiendo tiempo, dinero, esfuerzo y sobre todo oportunidades.
¡Ojalá y despertemos pronto del letargo en que estamos inmersos!
¿No les parece a Ustedes?