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Las Monedas Digitales (CBDC) han dejado de ser un concepto teórico para convertirse en una realidad que avanza. En la Unión Europea, el euro digital es el proyecto más ambicioso del Banco Central Europeo, con la promesa de modernizar los pagos digitales y garantizar la soberanía monetaria en un mundo donde el efectivo pierde terreno. Sin embargo, no es un avance tecnológico neutro.
Las CBDC son diferentes del dinero tradicional, también conocido como dinero fiat, el cual circula en forma de billetes y monedas físicas. A diferencia del efectivo, que permite transacciones privadas y anónimas, una moneda digital opera en una plataforma completamente rastreable. Esto elimina el anonimato que ofrece el dinero, lo que genera una preocupación legítima: ¿qué tan libre será el ciudadano para gestionar su dinero sin intervenciones?
El caso europeo es una advertencia para América Latina y México. Si el euro digital se implementa con las condiciones actuales, no pasará mucho tiempo antes de que los gobiernos latinoamericanos exploren alternativas similares. Como ya ocurre en China con el yuan digital, los bancos centrales pueden usar las CBDC para imponer restricciones sobre cómo y dónde gastar el dinero.
Uno de los principales temores es que el euro digital abra la puerta a un sistema de crédito social como China, donde los ciudadanos son calificados según su comportamiento financiero y social. ¿Podría un gobierno condicionar el acceso a ciertos bienes o servicios según el historial de compras de una persona? ¿Podría impedir que un ciudadano gaste su dinero en determinados productos por razones políticas, ambientales o sanitarias?
Los defensores (los bancos) de las CBDC aseguran que estas monedas mejorarán la eficiencia del sistema financiero y brindarán mayor seguridad en los pagos. Sin embargo, críticos como el economista Marc Vidal alertan que este tipo de iniciativas pueden ser una fachada para ocultar intenciones de control. Si el dinero digital puede ser rastreado y programado, el poder sobre la economía quedará en manos de quienes diseñen las reglas del sistema.
A medida que los gobiernos avanzan en la digitalización del dinero, el efectivo corre el riesgo de desaparecer gradualmente. Esto no solo afectaría la privacidad financiera, sino que también podría excluir a sectores de la población que aún dependen del dinero físico. En América Latina, donde millones de personas no tienen acceso a servicios bancarios digitales, la dependencia de una CBDC podría ampliar la brecha económica.
Otro factor a considerar es la vulnerabilidad tecnológica. Si todo el sistema financiero depende de plataformas digitales, ¿qué sucederá en caso de fallas tecnológicas o ciberataques masivos o "apagones"? ¿Quién garantizará el acceso al dinero en caso de una crisis tecnológica?
Es crucial que la sociedad civil despierte. Mantener el efectivo como una opción viable es una defensa contra el control absoluto del dinero. Además, el uso de criptomonedas descentralizadas sigue siendo una alternativa para quienes buscan resguardar su autonomía financiera.
El euro digital es solo el comienzo. Si su implementación avanza sin restricciones claras, otras economías seguirán su ejemplo. Lo que es arriba es abajo, y lo que hoy parece una realidad en Europa, mañana podría ser una realidad en México.