La clase media en México está en peligro de extinción.
En sólo tres años, Morena logró reducirla en 6.3 millones de personas. Se pasó de 53 millones a 47 millones.
La clase baja en México fue la única que creció. Aumentó en 8 millones representando ya el 63% de la población. Mientras que en el sexenio de Enrique Peña Nieto la clase media se ensanchó hasta llegar a ser casi el 47% de la población, ahora el retroceso es significativo.
La contracción de la clase media se explica por un abandono.
El partido en el poder la ha atacado frontalmente, llenándola de epítetos y contagiando a la población más desfavorecida hacia el rencor.
El desprecio se ha convertido en una especie de odio enfermizo tras el resultado electoral de junio. Las zonas que concentran más clase media, en la Ciudad de México, pero también en el Estado de México, Jalisco, Puebla, Nuevo León, Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, hundieron a votos a los representantes de la transformación fallida.
La clase media resiente los estragos del abandono: en una economía detenida, en una política criminal de salud, en la ausencia de programas de apoyo a empresas durante la pandemia.
No hay un ambiente favorable al robustecimiento de la empresa familiar ni al eslabonamiento de cadenas productivas. Mucho menos a la inversión privada. Ello explica el derrumbe en la generación de empleo.
Pero el régimen comete un error central. La clase media es la gran generadora de cambios de gran calado en la historia de la humanidad.
De la independencia americana a la revolución mexicana; de la revolución francesa a las grandes transformaciones económicas, el motor de revoluciones, pacíficas o no, han sido las clases medias.
Ahí se concentra la gran generación de conocimiento, de valores, de empleo, de las sociedades. Son el receptáculo natural de la movilidad social.
Las personas que la integran son los formadores de patrimonio a base de trabajo, de emprendimiento, de ahorro. También de estudio. Tiene rasgos comunes importantes: poseen acceso a internet (lo que los conecta al mundo y entre sí) tienen un automóvil, tienen o están pagando una casa, utilizan servicios bancarios y pagan impuestos.
De ahí su relevancia en la generación de opinión. Si las clases medias se auto organizan —en asociaciones, redes, foros, células de activismo— y articulan una propuesta alternativa de país, se producirá un cambio mayúsculo que terminará por aplastar al populismo.
Lo tendrán que hacer por sí mismas: ya no por convicción sino por instinto de supervivencia.
Inexplicable, absurdamente, ningún partido de oposición ha sido capaz de tomar la bandera de la defensa frontal y valiente de la clase media mexicana.
Por eso, sus integrantes deberán defender con orgullo sus valores y proyectarse hacia abajo. Algo que no ha considerado el régimen es que millones de personas de clase baja aspiran a elevarse a la media. Los verdaderos aspiracionistas son ellos, y está muy bien.
Llegó el momento de la decisión y de la acción.
Es eso, o resignarse a la extinción.
@fvazquezrig