Aunque hay críticos como en cada sexenio, ahora parece que se multiplicaron sistemáticamente, lo cierto es que los viejos moldes para rendir un informe presidencial han cambiado. Y en este sexenio de Andrés Manuel López Obrador hay que reconocer que se terminaron aquellos de gran parafernalia, con simulaciones, excesos incluso y derroche.
Según un artículo de opinión en The Washington Post, el Diccionario Jurídico Mexicano, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, señalaba en su edición de 1993: “Hemos estado acostumbrados (a que) el presidente de la República, en un ambiente de fiesta, con vallas en las calles por donde va a pasar para dirigirse al edificio del Congreso, lea en este un largo informe que tarda varias horas.
Y como no recordar esto que bien se describe sobre dicha ceremonia: “Y que es interrumpido en muchas ocasiones por aplausos. Cuando el presidente de la República termina, el presidente de la Cámara de Diputados le contesta, y ya sabemos que esa respuesta estará llena de elogios.
Todo México puede actualmente ver y escuchar esta ceremonia, dado que se transmite por todos los canales de televisión y de radio”.
Pues bien, sin duda que eso ha terminado. A partir del 2018 al iniciar el sexenio, con Andrés Manuel López Obrador comenzó a correr un nuevo tiempo y con ello, la dinámica diferente de informarle el pueblo y de presentar un resumen del trabajo desde la Presidencia, pero muy lejano a todo eso que arriba se describe.
Por ello vale la pena que además, se destaca en dicho relato de acciones, lo más destacado y que con orgullo ha presumido un Presidente, que –hay que decirlo- está en permanente campaña por lo que se hace y se dice en su gobierno. Así, este 1 de septiembre, entregó cuentas de las acciones del gobierno federal, lo hizo en los anuncios de los medios de comunicación y lo reafirmó en la mañanera.
Parece que esto no gusta nada a los opositores, pero cuando se tiene que informar de algo no hay recato.
No pudo faltar en su rendición de cuentas, uno de sus mayores orgullos, el tema energético y por supuesto la rehabilitación de las 6 refinerías existentes que hoy trabajan al doble de su capacidad de como tomó este gobierno la administración de Pemex.
En su natal Tabasco, no podía darle menos espacio a la construcción de la nueva refinería en Dos Bocas que está en su etapa de integración; la compra de la refinería en Texas de Deer Park y la construcción de dos sistemas de coquización en Tula, Hidalgo y en Salina Cruz, Oaxaca y para todo esto, dijo, con la inversión es de 24 mil millones de dólares.
Y es necesario señalar lo anterior, ya que, el sistema de refinación el presidente se lo confirió a la secretaría de energía, Rocío Nahle.
Un día antes de su informe en la mañanera, ante la pregunta de un reportero, el presidente declaró sobre la persona de Nahle como una mujer íntegra y honesta, pero más aún cuenta el dato que significa el hecho de haberle confiado una inversión de 24 mil millones de dólares.
Se ha dicho por ahí que hay quienes “con 3 pesos se vuelven locos, reparten migajas y se promueven en su mísera existencia, muestran el tamaño de vulgar ambición”.
Quizá por eso, López Obrador ha destacado el multicitado proyecto de la refinería de dos bocas, el que tendrá una partida además trasladada de 5 mil 615 millones de dólares para la conclusión de dicha infraestructura.
La guerra sucia previamente, que también quiso denostar algunas de las grandes obras de AMLO, se dice que tiene como origen los intereses de grandes consorcios para seguir importando gasolinas y no perder el mercado, porque hay una oposición que en su errática política energética aplicada en el proyecto neoliberal no pudieron hacer una refinería.
Le faltan dos años y seguramente que tendrá mucho más de que hablar y seguirá enfrentando el tabasqueño los ataques a sus esfuerzos por redistribuir la riqueza y combatir la pobreza en las regiones más golpeadas por la marginación. Interesante se pondrá sin duda, el último tramo de su sexenio.