Coatepec | 2024-12-18
Durante al menos seis años, Veracruz fue territorio clave en la expansiva red de narcotráfico dirigida por Osiel Cárdenas Guillén, uno de los jefes criminales más poderosos del país y ex líder del Cártel del Golfo, fundador y patrón de Los Zetas.
Dos municipios de Veracruz fueron claves para el capo de Tamaulipas.
A finales de los años 90, cuando apenas se comenzaba a atisbar la tormenta de violencia que lo azotó en las siguientes décadas, Osiel Cárdenas convirtió a Veracruz en un corredor estratégico para el trasiego de drogas, principalmente marihuana y cocaína.
Coatzacoalcos y Tuxpan, municipios del sur y norte del estado, fueron sus principales puntos de operación. En Coatzacoalcos, por ejemplo, montó casas de seguridad y estableció una red que controlaba rutas, políticos y cuerpos policiacos.
De acuerdo con archivos judiciales y testimonios de exintegrantes del Cártel del Golfo, Cárdenas Guillén dominó la región hasta su detención en 2003.
Desde entonces, los rastros de ese poder no se han borrado. Primero fueron los hombres de Osiel, y después Los Zetas, brazo armado que se independizó del Cártel del Golfo en 2003 y que sembró el terror en Veracruz con una violencia sin precedentes.
Coatzacoalcos, en el sur de Veracruz, se convirtió en uno de los bastiones del Cártel del Golfo bajo el mando de Osiel Cárdenas Guillén. Este puerto industrial, considerado un enclave económico por sus refinerías y su posición geográfica, pronto quedó atrapado en la telaraña del crimen organizado. Y nunca pude recuperar su paz.
El control de rutas y los nexos políticos hicieron posible el trasiego constante de cocaína procedente de Colombia y Venezuela .
Uno de los personajes clave en estas operaciones era un hombre conocido como "El Brujo Mayor" , encargado de recibir el dinero de los lugartenientes del cártel y coordinar la logística en Veracruz. Junto con Javier Solís Garduza, alias El Loro Huasteco, transportaban cocaína en avionetas, pipas de gasolina y lanchas rápidas.
Cuando Osiel Cárdenas fue detenido en 2003, surgió una nueva fuerza en Veracruz: Los Zetas. Lo que alguna vez fue el brazo armado del Cártel del Golfo pronto se independizó, imponiendo su propia ley y control absoluto sobre la región.
Formados inicialmente por exmilitares del Ejército Mexicano, Los Zetas introdujeron prácticas brutales que sacudieron al estado. La decapitación y el desmembramiento de víctimas se convirtió en sellos de su sadismo e impunidad.
El sur de Veracruz , especialmente en municipios como Coatzacoalcos y Minatitlán, fue escenario de esa violencia atroz. Los Zetas no solo tomaron el control del tráfico de drogas , sino también del robo de combustibles, el secuestro y la extorsión .
La influencia de Los Zetas también alcanzó la política. Versiones extraoficiales sugieren que el grupo financió campañas de presidentes municipales, diputados y senadores, obteniendo respaldo institucional que les permitió operar con impunidad.
En el norte del estado, Francisco Colorado Cessa, alias Pancho Colorado, fungía como uno de sus representantes más poderosos. Colorado, quien falleció en una prisión de Texas mientras cumplía una condena por lavado de dinero, simbolizó los vínculos entre Los Zetas y los sectores empresariales y, sobre todo, políticos.
Personajes supuestamente financiados por Colorado Cessa aún operarían entre facciones de todos los partidos y empresarios de Tuxpan, Poza Rica, así como en el Congreso de Veracruz...
La caída de Osiel Cárdenas y el auge de Los Zetas no terminaron con la violencia en Veracruz. Por el contrario, la región se convirtió en un escenario de disputa constante entre grupos criminales.
El corredor sur, desde Coatzacoalcos hasta los límites con Chiapas y Oaxaca, continuó siendo clave para el tráfico de drogas , personas y combustibles robados.
Testimonios como el de Rafael N, un ex miembro del Cártel del Golfo, revelaron la complejidad de las operaciones logísticas de Osiel.
Los envíos aéreos y terrestres cruzan Chiapas, Veracruz y Tamaulipas, un trayecto vigilado y resguardado por elementos de seguridad corruptos. En la frontera, operadores como Homero Cárdenas Guillén, alias El Majadero, hermano del capo, garantizaban la llegada de la mercancía a Estados Unidos.
Dos décadas después, Veracruz sigue siendo un territorio marcado por la sombra del narcotráfico. Aunque las organizaciones criminales han cambiado de nombre y de líderes, el control territorial y la violencia persisten.
La complicidad entre grupos criminales, políticos y fuerzas de seguridad ha impedido que la región recupere la tranquilidad. Mientras tanto, las rutas de trasiego de droga en Veracruz continúan activas, invisibles a los ojos de gobiernos estatales con el PRI, PAN, y Cuitláhuac García, pero evidentes para quienes padecen su dominio.