Xalapa guarda secretos en sus calles angostas y empinadas. Entre ellas, una construcción llama la atención como un extraño en un paisaje conocido: Casa Matus.
El chalet, con su estilo holandés, se levanta como una rareza, una pieza fuera de lugar en la arquitectura veracruzana.
Pero la verdadera peculiaridad de esta casa no está en su diseño, sino en las historias y sombras que habitan sus rincones.
Miguel Ángel Matus Bandala, un ingeniero nacido en Jalacingo en 1884, decidió que su hogar sería diferente.
Compró un terreno en 1920 y dedicó años a edificar lo que sería un emblema local.
Para 1925, la Casa Matus estaba lista: un chalet único en su tipo, rodeado de jardines y diseñado con una elegancia que rompía con lo tradicional.
Por décadas, la casa
fue un símbolo de estatus y buen gusto, pero la familia Matus la vendió en el año 2000.
El periodista Jorge Saldaña la adquirió y realizó cambios al edificio, sin borrar su esencia.
En 2009, la Universidad Veracruzana la convirtió en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación.
Hoy, Casa Matus es Patrimonio Histórico de la Ciudad, pero sus puertas permanecen cerradas para el público, salvo en eventos especiales.
Desde que fue habitada por los Matus, historias inquietantes han acompañado al chalet. Una de las más contadas es la aparición de una mujer de blanco, una figura que canta con voz suave en el patio trasero.
En el sótano, las cosas no son menos extrañas. Se dice que los ladridos de una perra, apodada "La Negra", aún se escuchan en las noches, como un eco atrapado en las paredes.
Otros relatos incluyen gritos en la entrada, sombras en las ventanas del ático y luces que parecen encenderse solas en la madrugada.
Los alrededores del chalet también tienen su cuota de oscuridad. La calle Betancourt, donde se encuentra la casa, ha sido escenario de crímenes violentos: un asesinato en la tienda "La Guirnalda" y un ataque por odio en los años noventa que aún resuena en la memoria colectiva.
Casa Matus no es solo una construcción; es una cápsula que guarda lo bello y lo terrible, lo cotidiano y lo extraordinario. Xalapa la observa, con fascinación y un poco de temor, como una certeza de que cada lugar tiene sus propios fantasmas...