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Xalapa se acostumbra al robo, al asalto, a que le roben a muchos el derecho a sentirse seguros. En días recientes, ciudadanos denuncian un repunte en los robos en las paradas de autobuses de la ciudad a manos de "carteristas".
La indiferencia protege a los delincuentes. Primero es un roce. Luego, un empujón. Después, la certeza de que algo falta. Un hombre y dos mujeres, rondando los cincuenta años, se mezclan con la multitud.
Una mujer grita. "¡Le están robando!" El aire se llena de tensión. El tráfico avanza. Y, sin embargo, el mundo entero parece detenerse. Nadie interviene. Fingen mirar a otro lado. Para los delincuentes, robar es fácil cuando saben que nadie hará nada.
Xalapa. Avenida Lázaro Cárdenas. El sol parte el asfalto en dos, y en la parada del autobús se amontona gente que no mira, que no habla, que no interviene. Frente a la plaza comercial, a pocos metros del Tribunal Superior de Justicia, la escena se repite: el robo, el grito, el silencio posterior.
Las fotos de los carteristas ya están en redes sociales. Los comentarios se acumulan: "Siempre están ahí." "Ya es costumbre." "Cuidado con ellos." Pero ellos siguen ahí.
En Xalapa, los ladrones no huyen. No hace falta. En respuesta, las autoridades municipales piden a la población que "esté alerta". Un eufemismo para en realidad advertirles: "defiéndanse solos".
Días atrás, otra mujer los había enfrentado. Lo recuerda con el cuerpo entero.
Después, llegó el insulto, el empujón, el murmullo del miedo en la espalda. Y luego, la navaja.
"Mucha gente escuchó pero no hizo nada cuando la señora me estaba amenazando con una navaja."
La gente baja la cabeza. Aprieta las bolsas contra el cuerpo. Se aferra a sus mochilas como si eso fuera suficiente. Es un instinto, un reflejo adquirido a fuerza de miedo. Nadie interviene. Porque intervenir significa exponerse. Significa gritos. Significa cuchillos.
¿Y la policía? No es que no sepa. Es que no llega. O no llega a tiempo. O llega, pero no hace nada. ¿Para qué? Los ladrones volverán mañana. O quizá esta misma tarde.
En redes sociales, la indignación es un huracán: "¿Cuándo los van a atrapar?" "¿Cuánto tiempo más tenemos que vivir así?" "Si los agarran, los sueltan en minutos." Pero la realidad es otra. Ellos siguen ahí. La gente también. Los ladrones se quedan. Nosotros también. La indiferencia es el traje de gala de la cobardía...
Mañana, en otra parada de autobuses en Xalapa, habrá un empujón, un grito, una mirada que dice: "No te metas." Y alguien, que se pregunta en qué momento los ladrones entendieron que nadie los iba a detener, decidirá que lo mejor es irse...