Con la resurrección de Jesús, la Iglesia Católica dio inicio a la etapa de la Pascua, en la cual convocó a la reflexión y al agradecimiento por el sacrificio hecho.
El arzobispo Jorge Carlos Patrón Wong resaltó que la resurrección es un don que Dios otorga a toda persona por la fe en Cristo.
“Con la resurrección de Cristo, la persona llega a la esfera de la comunión total del amor y a la feliz condición de una vida plena en la gloria de Dios. Ésta consiste en que el hombre tenga vida plena y la vida de éste radica en el gozo permanente de la gloria de Dios. La adoración a Dios y el culto en espíritu y verdad le dan a la persona la posibilidad de reconocer la grandeza de su dignidad y la altura sublime de su vocación para buscar proyectos de desarrollo integral”, expresó.
Señaló que Cristo con su resurrección, apaga la sed de toda persona y le concede el destino añorado de todo el caminar del ser humano hacia la humanidad solidaria.
Destacó que la resurrección de Cristo otorga y concede la consumación de un amor indestructible y total que abre un horizonte de gozo y alegría sin fin ya desde esta tierra.
“En Cristo resucitado, el hombre queda abierto a la totalidad de la realidad y orientado a todas las direcciones que lo llevan a ser un ser pleno. La persona puede y debe influir en su destino social, económico y político pues es capacitada en Cristo resucitado para derribar cualquier obstáculo que impida buscar el bien común y la paz social”, añadió.
La vida nueva entregada por Cristo nos da una luz potente, para descubrir la inadvertencia imperceptible de los pequeños pasos que muchas personas damos hacia la indiferencia de todos los problemas que estamos viviendo. Se descubre el gota a gota que perfora la consciencia personal y colectiva, embotándola hasta el punto de volverla incapaz de reaccionar ante la mentira sistemática, ante la injusticia de un progreso para una élite privilegiada y ante tantas promesas ilusorias y sin posibilidad de cumplirse jamás.
La vida nueva de Cristo resucitado es la que despierta la insensibilidad personal, para que nuestra consciencia sea una voz sonora y distinguible en favor de una cultura y educación democrática que hace de nuestra sociedad una comunidad libre y llena de oportunidades para todos. En Cristo resucitado la vida digna es para todos.