Bordadoras mexicanas: horas de telar, cosmovisión, color y belleza (+Video)

Textiles mexicanos; semanas de trabajo de bordadoras y visión ancestral

Benita tiene en sus manos algodón hecho capullo; hace tono con su cabello recogido en trenza sobre su cabeza. Hila el algodón y lo va enrollando. 

El algodón debe estar listo para ser teñido con colores vegetales, hallados en la naturaleza; tejerse entre colores diversos, como los que adornan su huipil.

La cosmovisión de los pueblos originarios permanece, ancestralmente, entre hilos de colores bordados. Los puntos cardinales, la siembra del maíz, el agua, los animales, flores, se tejen por mujeres bordadoras de distintas partes del país.

El hilo de algodón va, teñido o en su tono natural, al telar. Mujeres, y también algunos hombres pasan horas, días, semanas y hasta meses bordando, en un vaivén que va desde su cintura y entre sus manos, en un telar.

Los textiles mexicanos, su riqueza y belleza, es apreciado por muchos y muchas en distintas partes del mundo. 

Sin embargo, aún hace falta apreciarlos y otorgar el justo valor no solo por las horas de trabajo, sino a lo que ello significa en el plasmado de cada bordado, comenta Magdalena, quien junto con Benita, ha aprendido a bordar como herencia de sus abuelas, en Guerrero.

Benita y Magdalena viajaron a Xalapa, la capital veracruzana, para exponer sus textiles, buscando también venderlos y tener la justa remuneración por ellos.

ICONOGRAFÍA Y COLORES; MESES DE TRABAJO EN UNA SOLA PRENDA

En entrevista para IMAGEN DEL GOLFO, Magdalena Gómez compartió un poco de lo que significa el trabajo del bordado de huipiles y blusas, y de cómo es sabido que los diseños de los pueblos son incluso plagiados por empresas de la llamada moda rápida.

“Una vez teñido el hilo, la preparación para hacer una blusa son dos semanas, depende la iconografía, si está muy difícil son tres semanas. Un huipil, depende de los colores y de los bordados, puede tardar en hacerse hasta ocho meses -una sola prenda-”.

En cuanto a los precios, una blusa que tarde entre dos y tres semanas en elaborarse cuesta aproximadamente 800 pesos, “es tinte natural con algodón”.

Una prenda que tarda meses en bordarse puede costar desde mil hasta entre dos mil y ocho mil pesos, “depende de la iconografía”, acentuó Magdalena.

Aunque el número podría parecer alto, es necesario pensar en que se trata de prendas artesanales, con trabajo manual que requirió mucho tiempo de dedicación de una persona, que lleva plasmadas emociones, cosmovisión, cultura y enseñanza de manera ancestral.

Pero, “hace falta que la gente pague bien el trabajo y valore todo el trabajo y la iconografía, porque mucha gente no quiere pagar. Pagan eso pero en tiendas, aunque sean bordados de máquinas y de fábricas”, comparte Magdalena.

Magdalena y Benita son de la llamada Costa Chica de Guerrero, del municipio de Xochistlahuaca. Mientras Benita hila el algodón, muestra algunas de las prendas que les han requerido semanas y meses de dedicación.

HERENCIA ANCESTRAL; BORDADORAS SE AGRUPAN

El conocimiento del tejido, comenta, les fue heredado de sus madres y de sus abuelas, “es algo que nos han heredado desde nuestros ancestros”.

“Somos un grupo de artesanas, somos 30, nuestro grupo se llama Xochiquel y nuestra marca es Flor de Aranio. Primero se hila el algodón para luego sea una prenda, ya sea una blusa, un mantel, un huipil, un rebozo”.

Benita y Magdalena están agrupadas con otras bordadoras para unir esfuerzos y proteger su trabajo que, más que ello, representa su cultura y una labor que es herencia de sus ancestros, como refieren.

La protección es para que no les roben o plagien sus diseños que no solo se tejen buscando formas bonitas, sino que representan distintos íconos de la vida y el universo, es decir, la “iconografía”, como expresa Magdalena.

Eso estamos trabajando, para que no nos copien, porque ya ven que los productos extranjeros nos copian la estampada casi idéntica, pero lo hacen con máquinas”.

Los textiles hechos a máquina son identificables, revela Magdalena. ¿Cómo? En los hilos que están en el reverso de la prenda.

“Se ve acá abajo – a la vuelta de la prenda- cómo se fue elaborando la iconografía. La ropa estampada se ve muy diferente”.

Magdalena aprendió a bordar desde que tenía ocho años de edad. Ahora, como mujer adulta, es bordadora que defiende su cultura y busca inculcar este gusto a más personas.

“Nuestras abuelas, nuestros ancestros lo hacían antes, y nosotras no queremos que se pierda el diseño, la cultura, todo esto”. 

Mientras Benita siguió hilando, Magdalena, expresó que le gustaría que la gente conociera y valorara más su trabajo.

“Hay quienes no valoran, algunos sí valoran mucho, pero cuando la gente compra una prenda nos ayudan y pues se comparte todo esto que nos han enseñado y se comparte al tejer”.

ORGULLO POR LA IDENTIDAD Y RIQUEZA CULTURAL

Como Magdalena y Benita, mujeres bordadoras de Veracruz y de otros estados del país están buscando agruparse para proteger sus textiles que son herencia cultural ancestral.

El llamado de no al plagio y no al regateo se mantiene vigente, en busca de otorgar el justo valor cultural a los textiles mexicanos. Se busca fomentar el orgullo por la identidad de la riqueza cultural.

La riqueza y diversidad ancestral, gracias a personas como las bordadoras, prevalece hasta nuestros días y se sigue heredando y enseñando a las nuevas generaciones.