Blanca (como le llamaremos para resguardar su identidad) se bajó del camión como pudo, se sentó en la banqueta y le pidió a alguien que le hiciera el favor de marcar al 911 para pedir auxilio; a su novio Marco Antonio le acababan de disparar dentro de la unidad y tenía que avisar a sus familiares.
Sus manos estaban entumecidas y su cuerpo no reaccionaba; su mente estaba en blanco y en lo único que podía pensar era en el tiempo que demoraba la ambulancia para atenderlo. Aquella noche tardó más de media hora en llegar.
Blanca no llora, se sienta frente al altar de Marco Antonio y relata lo que ocurrió el domingo 9 de abril, pasadas las 9:00 de la noche, mientras viajaban en un camión ruta Las Vegas hacia su casa. Blanca no llora porque aún siente entumecido el cuerpo y las manos. Mientras narra lo que pasó se aferra a una banqueta imaginaria que la sostuvo mientras los paramédicos le decían que su novio estaba muerto.
Después de muchos días de no salir porque no tenían dinero, Blanca y Marco Antonio recibieron un regalo de sus papás para ir a pasear y decidieron ir a <
Ese día notaron algo extraño, el camión tardó más de lo normal y cuando lo vieron venir, lo hacía muy despacio.
“Viene el camión y nos abre la puerta de atrás, no nos abrió la de enfrente. Yo me subo, él traía el dinero, se va hacia enfrente y le paga el del camión. Me senté atrás y me senté junto de uno de los que traía armas. Se me se me hizo extraño porque me miró muy feo el hombre, entonces yo me sentí incómoda y en ese momento busqué otro lugar para sentarme. Uno de los que traía las armas venía con gorra, con el cubrebocas y muy cubierto, venía con la cara agachada. Al momento en el que yo me siento él me mira de arriba hacia abajo y de nuevo vuelve a agachar la mirada. Veo el asiento disponible enfrente y me voy para allá”, narra Blanca mientras su cara pálida se pierde entre aquel momento.
Marco pagó y se sentó junto a ella, el camión avanzó y en la entrada del fraccionamiento Las Vegas, en Boca del Río, a la altura de la Farmacia Guadalajara el camión bajó la velocidad y apagó las luces. Entonces pudieron percatarse de que había un hombre junto al chofer.
Uno de los asaltantes gritó “Bueno, saquen todas sus pertenencias” y la gente no entendió, pensó que se trataba de una broma. A lo que el asaltante ordenó nuevamente: “Saquen sus pertenencias”.
Blanca y Marco trataron de resguardar sus celulares. Entre las exigencias de los asaltantes Blanca logró que la dejaran conservar su credencial de elector. Mientras ella guarda su credencial, el asaltante que estaba en la parte trasera del camión se regresa a ver a los pasajeros.
“En ese momento yo hago a sacar el dinero y él (Marco Antonio) se levanta y se va a contra él por la espalda.”
Su novia cuenta que Marco Antonio le gritó al resto de los pasajeros: “Ayúdenme con el de adelante”, mientras sostenía fuertemente en el piso a uno de los asaltantes en la parte trasera de la unidad, pero nadie lo ayudó.
Entre los gritos de Blanca para que lo soltara, el asaltante de enfrente le disparó en la espalda, lo que hizo a Marco soltar al otro y rendirse. En el suelo, levantó las manos y le pidió que se detuviera, pero el asaltante apuntó a su pecho y lo mató.
“Él cae al piso se queda, así como con manos un poco abiertas y le dice: ‘No, no, ya estuvo ya’, y le dio otro (balazo), yo escuché otro (balazo) y ya de ahí no lo escuché”, narra Blanca entre su letargo.
Cuando le dispararon a su novio, el cuerpo de Blanca entró en un estado de shock que no le permitió percatarse de lo que estaba ocurriendo. Los insultos que le lanzaron los asaltantes y las órdenes que le daban para mantenerla tirada de pecho en el piso del camión los recuerda con esa sensación de entumecimiento que aún revive.
La reacción de Marco Antonio por defender a los pasajeros de un asalto evitó que los hombres siguieran interviniendo a los pasajeros y se bajaran inmediatamente. Marco se quedó ahí, tendido en la parte trasera de la unidad.
Aquella noche Marco Antonio murió. Con él también murieron los planes de casarse y tener un bebé el próximo año. De comprar una bicicleta para que él pudiera entrenar y competir, de poner un negocio de frapés y de hacer una vida a su lado. Blanca se sienta frente al altar donde está la foto de Marco Antonio junto a una virgen de Guadalupe; repasa los planes que tenían, llora, habla de lo que sería y repite una y otra vez: “ya no”.
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