Perla pasó días con malestar y una opresión en el pecho que la preocupó. Los medicamentos que tomó no le hacían efecto. Preocupada por su salud, el domingo por la tarde se fue a dormir para descansar un poco.
Perla estaba dormitada cuando recibió la llamada de su nuera diciéndole que le habían disparado a su hijo Marco Antonio. De pronto, obligaron a la chica a cortar la comunicación y a ella tuvo que entrar a ver si alguien en Facebook estaba transmitiendo el hecho. Ahí se enteró que Marco estaba muerto.
“Yo me quería morir con él”, dice Perla entre gritos, lágrimas y desesperación, mientras al fondo se erige el altar que construyó para él con todas las cosas que le gustaban: un peluche de Gokú, galletas de chocolate, un casco de bicicleta, una gorra, un funko y seis camiones a escala que construyó para las exhibiciones en las que participaba.
Con el paso de los días, ha ido construyendo el rompecabezas del día que mataron a Marco Antonio, de 21 años, durante un asalto en un camión de la ruta Las Vegas, en el municipio de Boca del Río.
Aquella noche Marco Antonio regresaba de la plaza con su novia. Se bajaron de un camión a la altura de la Virgen de la Boticaria y se subieron al de la ruta Las Vegas donde ya iban los asaltantes. Cuadras más adelante, entre las casas del fraccionamiento, detuvieron la unidad e iniciaron el asalto.
Nadie merece enterrar a sus hijos
Ha pasado una semana del asesinato de Marco Antonio, el muchacho de 21 años que parecía un hombre con su 1.76 de altura, pero que su familia recuerda como el niño que llevaba una vida sin problemas y sin vicios, que creía en la justicia y que solo soñaba con ser feliz, pero los días para Perla se han hecho eternos.
“Te soy honesta, apenas ayer en la noche fue la última noche que no me tomé ninguna pastilla… Yo conseguí unas pastillas y me las estaba tomando porque yo solo quería morirme con mi hijo. Imagínate cuánto amor le tengo a mi hijo si yo lo tuve a los 16 años y luché sola para sacarlo adelante. No se vale la forma en la que me lo arrebataron.”, narra desconsolada.
Un héroe
Marco Antonio pensaba como un niño. Le gustaban los juguetes; su pasión por los camiones lo llevó a armar réplicas de camiones de pasaje en miniatura que nunca quiso vender porque cada uno tenía un significado para él.
“Era un niño. Él no tenía malicia, no fumaba, no tomaba, no le gustaban los antros, no le gustaba la fiesta. A él solamente le gustaba el deporte. Era muy divertido, con él jamás te ibas a aburrir. Él no sabía lo que eran los problemas.”
Aprendió soldadura y alguna vez ganó por ello 800 pesos a la semana. Quería ahorrar para comprar una bicicleta, entrenar y competir en ciclismo. En pocos días emprendería con su novia un negocio de frapés para hacerlos en casa y repartirlos en la colonia.
A Marco no le gustaban las injusticias, dice Perla, quizá por eso se levantó de su asiento y enfrentó a uno de los dos asaltantes que estaban quitándole sus pertenencias a los pasajeros.
“Conociendo a mi hijo, pensó en salvar a todos. Y en efecto, señorita, salvó a todos porque tengo pruebas de personas que me han estado contactando. Tengo pruebas de dos personas que dicen que iban en el camión y cuentan la misma versión.
“Iban una señora con un niño, dos personas ya adultas (entre otras personas) … pero siento que él se sintió con el valor de decir ‘yo puedo’. Él, simplemente gritó: ‘Ayúdenme con el de allá adelante’, pero nadie lo pudo ayudar, nadie tuvo el valor como lo tuvo mi hijo.
En su casa, junto a una imagen de la Virgen de Guadalupe hay una foto donde su familia lo recuerda con su enorme sonrisa. Hoy, piden justicia por aquel chico de 1.76 que parecía un hombre, pero que solo era un niño con sueños que le fueron arrebatados.
Perla exige justicia. Pide a las autoridades que hagan justicia por un joven que quiso hacer lo correcto, que quiso proteger a los demás, y que en ese acto le arrebataron la vida.
“Esto no lo voy a dejar. Voy a llegar hasta las últimas consecuencias, así se me quede la vida ahí.”
Fotos: Josefina Lugo.
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