Luz Miranda Atilano aún no termina la carrera de Ingeniería Aeroespacial, le falta un año, pero a sus 23 años de edad ya ha representado al país en muchos eventos y proyectos a nivel mundial, sus tropiezos en la vida no los considera fracasos, al contrario, los ve como una oportunidad para salir adelante y fortalecerse.
Su pasión por el espacio comienza cuando tenía 6 años, aprendió a leer a la edad de 4 años ya que su padre la enseño, por lo que le encantaba agarrar los libros de su padre, y uno de los primeros libros que le pidió, en una feria de Naranjos Amatlán, al norte de Veracruz, su tierra natal fue “El Cielo al Alcance de la Mano”.
“Este libro era sobre astronomía, para personas adultas que se dedicaban a la observación astronómica, sin embargo, tenía una parte que hablaba sobre la observación de los planetas y a mí me encantó muchísimo ver esa parte, algo muy interesante que yo leí es que decía que el sol, dentro de miles de millones de años iba a agotar todo su hidrógeno y se iba a convertir en una gigante roja y que nosotros como humanidad nos íbamos a extinguir.
Emocionada de lo que aprendía en el libro, le contó a sus compañeritos lo que iba a suceder con el sol, pero los niños se pusieron a llorar, la acusaron con la maestra, le quitaron el libro y mandaron a llamar a su padre.
“Me prohibieron hablar del sol, pero no del infierno, era una escuela católica y entonces me sentí muy triste, porque me encantaba el tema, solo podía hablar con mi papá del tema”, recordó.
Años más tarde, en su búsqueda para elegir una carrera, vio la película “La Teoría del todo”, y quedó fascinada con la idea de convertirse en algún momento en una cosmóloga, astrofísica, pero esto no sucedió, el destino le tenía otra cosa. Se le metió la idea de ir a Cambrige, y ya lo logró, a los 17 años.
En el 2018, justo cuando se iba a graduar de la preparatoria, el amor la hizo decidir ir a estudiar a Puebla, porque allá se fue a estudiar su novio, entonces eligió una escuela donde pudiera estudiar algo relacionado con el espacio.
“Encontré una universidad que deba la carrera de Ingeniería Aeroespacial, entonces le llame a mi novio y le dije que sí me iba a Puebla y empecé la carrera y me terminó el domingo, de la primera semana de haberme mudado a Puebla. Por eso siempre digo, no persigan cucarachos”, dijo entre risas.
Después de llorar todo el día, se repuso y se enfocó en ella, en lograr su meta, aunque en ese tiempo no sabía en qué.
“Al día siguiente escuché el nombre de una doctora que estaba a cargo de un proyecto y la busque, me comprometí a involucrarme en el proyecto y no me imaginé que fuera tan importante, pero resulta que el AzTechSat-1, fue el primer nanosatélite mexicano que se desarrolló totalmente en el país, casi en su mayoría por estudiantes y que tenía un convenio con NASA”, dijo.
Este proyecto fue muy relevante a nivel internacional y marcó un hito histórico.
Luego de algunos sinsabores, conoció al Doctor Isaac Reyes Vera, y comenzó su participación profesional en el sector aeroespacial con el cultivo de plantas hidropónicas así como pruebas de distintos tipos de agua y soluciones.
En 2018, cuando el Dr. Simón Vargas Martínez, le dio la asignatura de Fundamento Aeroespacial y les pidió participar en un concurso de la Agencia Espacial Mexicana. Como parte de este concurso, ella y su equipo eligieron el tema de cultivo de plantas en Marte.
Sin embargo, en el 2020 la pasó muy mal, cayó en un cuadro depresivo que incluso la llevó a pensar en dejar este mundo. Tuvo que llevar un tratamiento psiquiátrico para superar su depresión, algo que manifiesta en sus conferencias y charlas ya que piensa que es un tema que puede compartir con los jóvenes y que le puede servir a alguien que pueda estar pasando por esta situación.
“Compartir mi historia y que le ayude a alguien es muy bueno, de pronto este tema de exponerte a querer perder la vida, hablarlo y que al pasar el tiempo alguien venga y te diga que gracias a esto pudo pedir ayuda y estar bien, es muy impactante, que vengan y me digan que: El haberte escuchado me salvó la vida, es muy fuerte”, afirmó.
Recordó que, en ese episodio, el más negro de su vida, pidió una señal al creador y la obtuvo.
“Yo no soy religiosa, pero yo recuerdo que mire al cielo y pedí que si no tenía que hacer eso que me mandara una señal y salió un señor, quién sabe de dónde, vendía flores de palma y me agarró el hombro y me dijo, muchacha, le regaló la flor, pero vete a tu casa por favor, yo pedí la señal y me fui a mi casa y sí se me dio a entender que tenía que seguir aquí, pues algo tengo que hacer”, relató.
“Ví un anuncio en internet para ir a un campamento a la NASA, entonces me puse a ver qué podía hacer para juntar los 75 mil pesos. Finalmente, no era de NASA y entonces me puse a buscar otras opciones”, añadió.
Así dio con un programa en Polonia, sobre cómo ser astronauta análogo, que es la persona que se dedica a hacer simulaciones con texteos de prototipos de cosas que buscan ser usadas o que van a ser usadas en el espacio.
“Entonces yo aplique, justo en la tercera ola y me aceptaron para un puesto que era para una misión en convenio con la Agencia Espacial Europea, pero tenía que ir a Polonia en tres semanas. Hice la transferencia de la estancia, pero no les había dicho a mis padres, cuando les dije, no me creyeron, hasta que vieron que sí me iba. Me alcanzó con todo lo que había trabajado, y aunque me agarró la migra en España, por racismo, yo creo; logré llegar a tiempo a Polonia”, contó con entusiasmo.
Dijo que siempre se ha mentalizado en otro país con la bandera de México.
“Es muy importante hacerlo porque se logra, claro, trabajando en ello, a los tres días de estar en Polonia, ya estaba mi cara por todos lados. Tomaron fotos de mi Instagram y una de las publicaciones decía “Qué onda racita, ya ando acá en Polonia”.
Fotos: Wenceslao Fuentes | IMAGEN DE VERACRUZ
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