El próximo 16 de septiembre, se conmemora el aniversario número 212 de la guerra de Independencia. Los nombres más representativos de este acontecimiento nos remiten a Hidalgo, Allende, Morelos, entre muchos más. No obstante, es preciso recordar y reconocer a los insurgentes veracruzanos que estuvieron involucrados.
Todo inicia en el año 1808, período en el que don Ignacio Allende solía arribar con frecuencia en la ciudad de Veracruz por motivos comerciales, agendando su visita obligada al negocio de don Manuel Serapio Calvo, quien tuvo como empleado al joven Antonio Merino, de tan solo 17 años.
"Este último (Antonio Merino) escucha parte del complot que tenía como objetivo emancipar a nuestro país de la Corona Española, y no duda compartirlo con sus amigos más cercanos, tales como Cayetano Pérez y Evaristo Molina, quienes trabajaban en la aduana porteña.
"Posteriormente, Pérez y Molina 'jalan' a otros más, siendo José Prudencio Silva, José Ignacio Murillo, Bartolomé Flores y José Nicasio Arizmendi", cuenta Ricardo Cañas Montalvo, encargado del Museo de la Ciudad "Coronel Manuel Gutiérrez Zamora".
Este grupo se reunía en una cabaña que se ubicaba en la parte posterior de la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. Su convicción les hizo jurar, ante un crucifijo, jamás revelar dicha conspiración, aún si fuesen encarcelados, ya que preferían morir antes que delatar el plan.
"Para 1810, los siete jóvenes lograron reunir a más de 16 personas a su causa. Para su 'mala suerte', en esa época llegan cerca de 3 mil soldados realistas. Mil 300 de ellos eran españoles, destinados a resguardar Veracruz, ya que el cura Hidalgo había dado ya el grito que inició la guerra de Independencia.
"Con la presencia de tantos soldados, el miedo cundió inmediatamente. Por ello, los soldados Matías Sandoval y Narciso García, no dudaron en revelar los nombres de los siete 'líderes' de este movimiento", agregó.
Después de esto, Antonio Merino supo que la conspiración había sido revelada, por ello avisó a sus seis compañeros, animándolos a escapar lo más rápido posible. Sin embargo, los demás se negaron rotundamente, argumentando que se quedarían en la ciudad, afrontando las consecuencias.
Merino logró escapar saltando la muralla. Mientras tanto, sus seis compañeros fueron llevados presos a las mazmorras de San Juan de Ulúa, donde fueron torturados durante seis meses, siendo presionados para que revelaran todos los detalles y el nombre de los demás integrantes de esta conspiración.
Más tarde, el 29 de julio de 1812, en punto de las cinco de la tarde, Pérez, Molina, Silva, Murillo, Flores y Arizmendi, fueron conducidos a extramuros, a la parte posterior del Baluarte de Santiago.
Con ello, los seis mártires veracruzanos de la Independencia fueron fusilados, entregando su corta y prometedora vida, por conseguir la libertad nacional. Sus cuerpos fueron a entregados a los franciscanos y fueron enterrados en el panteón general que se encontraba donde hoy está el Barrio de La Huaca.
Como dato curioso, en 1910, el gobernador de Veracruz, el porfirista Teodoro A. Dehesa mandó a colocar una placa en un costado de las paredes del Baluarte de Santiago, ubicado en Ignacio López Rayón, entre las avenidas Valentín Gómez Farías y 16 de septiembre.
Asimismo, lo último que se supo de Antonio Merino, es que regresó a la ciudad de Veracruz disfrazado de carbonero. Sin embargo, fue reconocido por un trabajador de la aduana de Veracruz y fue enviado un barco a capturarlo, desconociendo finalmente su paradero.
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