Las redes sociales se han convertido en una de las principales fuentes de información para millones de personas. Sin embargo, un estudio reciente de la UNESCO ha revelado una preocupante tendencia entre los creadores de contenido: la mayoría no verifica los datos antes de compartirlos con sus audiencias.
Los riesgos de la desinformación impera en una era dominada por figuras digitales con una influencia sin precedentes.
¿Por qué los influencers no verifican la información? El informe, que analizó las prácticas de 500 creadores de contenido en 45 países, encontró que el 62% de los encuestados admitió no comprobar la veracidad de la información antes de publicarla.
Más alarmante aún, el 41% de los influencers evaluaron la credibilidad de una fuente basándose únicamente en su popularidad, es decir, el número de "me gusta" y vistas acumuladas.
Otros influencers, alrededor del 20%, dijeron confiar en recomendaciones de amigos o expertos en lugar de recurrir a fuentes verificadas o a sitios de fact-checking.
Solo el 17% afirmó que utilizaban documentación y pruebas como criterio principal para evaluar la información.
La falta de escrutinio crítico se hace aún más preocupante cuando se considera que un tercio de los influencers comparte contenido sin comprobar su origen o confiabilidad.
Aunque solo el 12% de los creadores produce material relacionado con temas de actualidad, política o economía, la UNESCO alertó que su alcance masivo puede amplificar las consecuencias de la desinformación en el discurso público.
El informe también destacó cómo los influencers jugaron un papel clave en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024.
Figuras como Joe Rogan y Alex Cooper fueron utilizadas por los equipos de campaña de Donald Trump y Kamala Harris para comunicarse directamente con votantes jóvenes, un segmento demográfico que obtiene cada vez más noticias a través de estas plataformas.
A diferencia de los periodistas, la mayoría de los creadores digitales carecen de formación para evaluar fuentes o verificar hechos, lo que los hace susceptibles a difundir información falsa.
El estudio revela que seis de cada diez influencers confían en sus experiencias personales como base para crear contenido, mientras que el 40% realiza investigaciones propias o entrevistas.
Solo el 37% recurre a fuentes tradicionales de noticias, lo que indica una desconexión significativa con los estándares periodísticos tradicionales.
A pesar de ello, el 69% de los encuestados aseguró que promueven el pensamiento crítico y la alfabetización digital entre sus seguidores, una afirmación que contrasta con su limitada práctica de verificación de datos.
La falta de transparencia en la financiación de los influencers añade otra capa de complejidad al problema.
Más de la mitad de los encuestados (53%) reconoció haber creado contenido patrocinado, pero el 7% admitió no revelar estos acuerdos a sus audiencias, presentando el material como si fuera neutral.
Este tipo de prácticas no solo erosionan la confianza del público, sino que también abren la puerta a manipulaciones, como lo demostró un caso reciente en Estados Unidos.
En septiembre, el Departamento de Justicia acusó a varios influencers de derecha de haber recibido financiamiento no declarado desde Rusia para promover durante las elecciones.
El estudio puso en evidencia que las plataformas digitales también contribuyen a la propagación de información errónea. Redes sociales como X (anteriormente Twitter) o YouTube han sido criticadas por su enfoque laxo en la moderación de contenido, permitiendo que publicaciones falsas alcancen una audiencia masiva.
Ante esta realidad, la UNESCO insistió en la necesidad de fortalecer las habilidades de alfabetización mediática, no solo entre la sociedad, sino también entre los creadores de contenido.
La falta de evaluación crítica rigurosa pone en riesgo la confianza en los medios y puede tener consecuencias graves para el discurso público, señala el informe.