En Estados Unidos, un candidato presidencial puede ganar la mayoría del voto popular y perder la elección, algo que ha sucedido ya dos veces sólo en los últimos 20 años, todo porque en el país que dice ser el más democrático del mundo no hay voy directo para presidente, y lo que determina el ganador son 548 personas que casi nadie conoce y que sesionan una vez cada cuatro años en el llamado Colegio Electoral.
Por eso, las encuestas nacionales -aun cuando son precisas- son un instrumento secundario en pronosticar el resultado de una contienda presidencial ya que todo el concurso se reduce a entre 10 a 14 estados. Ahí se explica el misterio de porque los candidatos y sus campañas están visitando e inundando de propaganda sólo a esos estados en la recta final.
Por cierto, fueron tres estados -Michigan, Wisconsin y Pennsylvania- con un margen combinando de 107 mil votos, de un total de más de 120 millones emitidos en la elección nacional, que decidieron el ganador de la elección presidencial anterior en 2016. En esa eleccion, la cual la demócrata Hillary Clinton ganó por casi 3 millones el voto popular nacional, pero Donald Trump ganó la Casa Blanca al ganar en el Colegio Electoral.
En 2000, Al Gore ganó el voto popular pero George W. Bush ganó el Colegio Electoral y la intervención en la disputa por la Suprema Corte. Lo mismo puede volver a ocurrir en las elecciones que supuestamente culminan el martes.
Bajo este mecanismo único en el mundo, la elección presidencial no es un ejercicio nacional sino 51 elecciones simultáneas en cada estado y la capital. Ahí, cada voto emitido por un ciudadano a favor de un presidente se traduce más bien en voto para un representante del partido de ese candidato conocido como un “elector” quien después votará por el presidente a nombre de los votantes de su estado. En casi todos los estados el candidato que obtiene una mayoría del voto gana todos los electores asignados a ese estado.
El voto presidencial es así traducido en un total de 538 votos en el llamado Colegio Electoral. El candidato que obtenga 270 votos electorales es quien gana la elección. El numero de electores es el equivalente al número de diputados federales más dos senadores de cada estado.
El mapa electoral presidencial, por lo tanto, no es nacional, sino traza la ruta para conseguir los 270 votos electorales; los estrategas, analistas y comentaristas se dedican a crear modelos para calcular cuántos y cuáles estados se requieren para llegar a esa meta.
Los estados considerados claves o “swing” y en disputa en esta elección son Pennsylvania, Florida, Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin, Arizona, Minnesota, Nevada, Ohio, Iowa, Nueva Hampshire y Texas (por primera vez en 40 años).
El proceso electoral
La elección federal no se realiza bajo reglas nacionales sobre el proceso, sino que cada estado tiene sus propias reglas, normas, horarios y hasta diferentes máquinas para registrar los votos o el proceso para el conteo de ese voto.
No existen tribunales electorales y por lo tanto las disputas electorales se presentan ante tribunales civiles a nivel local y estatal -lo cual ya está ocurriendo en varios estados, con más de 200 quejas interpuestas sobre todo por republicanos para obstaculizar el voto y en otros ya para buscar descartar votos ya emitidos. Estas disputas pueden ser después presentadas ante tribunales federales y hasta alcanzar a la Suprema Corte del país. En parte fue por esto que el gobierno de Trump ha tenido prisa en nombrar a cientos de jueces federales en los últimos años así como consolidar el control conservador del tribunal máximo del país antes de esta elección.
El mecanismo para este proceso, el Colegio Electoral, fue establecido por la Constitución y aunque en cada elección presidencial hay quejas y llamados por reformar un sistema tan anti-democrático, eso requiere una enmienda constitucional.
Aunque se suele anunciar el ganador durante o poco después de una eleccion, según el proceso electoral formal, el candidato que gane la presidencia no se determina oficialmente hasta el día de la reunión de los electores en diciembre cuando sesiona el Colegio Electoral, y que el resultado de su votación sea certificado y enviado al Congreso. Ese voto electoral es oficialmente confirmado por el Congreso a principios de enero, donde el vicepresidente, quien por ley también es el presidente del Senado, anuncia el resultado. El nuevo presidente toma el juramento el 20 de enero.
Críticos señalan que el sistema electoral presidencial estadunidense está tan repleto de fallas técnicas, legales y politicas, con la distorsión del Colegio Electoral al centro, que no puede garantizar el sufragio efectivo.
O sea, la voluntad del pueblo no es lo determinante en las elecciones presidenciales en esa democracia.