En vísperas de la celebración de la Virgen de Guadalupe, "Reina de México", cientos de peregrinos convergen en la Ciudad de México para expresar su gratitud por los milagros recibidos.
Sin embargo, en medio de la devoción nacional hacia la Virgen de Guadalupe, un dato sorprendente es ignorado por muchos: la imagen icónica no es propiedad exclusiva de los mexicanos, sino que pertenece a un propietario extranjero.
La dualidad entre la devoción y la propiedad internacional plantea preguntas sobre la gestión y la percepción de un símbolo tan arraigado en la identidad mexicana.
Este 12 de diciembre, las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe se llenarán de creyentes provenientes de diversas partes de México y el mundo, rindiendo homenaje a esta figura católica.
A pesar de que la mayoría considera que la Virgen es un emblema de los mexicanos, la realidad es que su dueño no es un ciudadano azteca, como se podría suponer.
En el año 2002, Wu You Lin, un empresario chino, notó que esta icónica representación parecía estar en dominio público.
Rápidamente, se dirigió al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) y registró la imagen de la Virgen de Guadalupe a su nombre, un proceso que le costó tan solo 2 mil 112 pesos mexicanos.
Durante los primeros años de su registro, nadie más podía utilizar legalmente la figura religiosa, incluyendo iglesias y congregaciones.
Aprovechando la situación, Wu You Lin comercializó productos relacionados con la Virgen de Guadalupe, capitalizando en su significado para los mexicanos.
En 2003, la Basílica de Guadalupe cedió los derechos de autor a María Teresa Herrera Fedyk por una cantidad generosa, marcando el inicio de varios cambios de propietario que buscaron obtener beneficios económicos hasta que la posesión caducó en 2012.
Actualmente, la identidad del verdadero propietario es desconocida, ya que múltiples personas afirman tener los derechos.