Hace unos días, en los Juegos Olímpicos de París 2024, la delegación de Cuba que actualmente disputa la competencia quedó consternada al descubrir que una de sus integrantes habría decidido abandonar la concentración.
Sin embargo, cuando ya se había programado el regreso de la judoca a Cuba el pasado 26 de julio, horas antes de la inauguración, los miembros de la delegación cubana descubrieron que no había rastro de ella, y hasta la fecha se desconoce su paradero.
Se presume que la deportista originaria de La Habana habría decidido huir de la concentración para no regresar a Cuba, debido a la situación social que se vive en el país caribeño, similar a los recientes casos de Magdiel Estrada y Mairelys Inojosa Polanco.
Y es que a lo largo de la historia ya se ha vuelto una práctica común que competencias internacionales como los Juegos Olímpicos, los Juegos Panamericanos o los torneos de fútbol sean una vía de escape al extranjero para los deportistas provenientes de países en conflicto social.
Tan sólo la isla caribeña ha reportado estos casos de éxodos en ocho deportistas en los últimos Juegos Panamericanos, y cuatro futbolistas de la selección de Cuba durante la última Copa Oro de la Concacaf en los Estados Unidos.
Cabe destacar, incluso, que en los actuales Juegos Olímpicos hay 21 atletas originarios de Cuba que actualmente representan a otros países.
Esto sólo por mencionar casos recientes; en la historia siempre será recordado el caso de la gimnasta checoslovaca Marie Provazníková, quien escapó a los Estados Unidos durante la edición olímpica de Londres 1948, o la deserción masiva de atletas de la delegación de Hungría durante la edición de Melbourne 1956.
A raíz de casos como los anteriores, que han llegado a convertirse en escándalos internacionales, muchos países bajo regímenes dictatoriales han reforzado el control de sus delegaciones, o incluso amenazado a las familias de los deportistas si estos intentan escapar.