La tradición de quemar muñecos denominados "años viejos" o "viejitos" al finalizar el año es una práctica que se ha arraigada en diversas regiones de América Latina, incluyendo México.
Este ritual simboliza la despedida de lo negativo del año que termina y la bienvenida a un nuevo ciclo lleno de esperanza.
Aunque la quema de muñecos tiene antecedentes en rituales europeos, como las festividades romanas y celtas, en América Latina y México se ha adaptado con características propias.
En México, especialmente en el estado de Veracruz, la "quema del viejo" es una costumbre que ha cobrado fuerza en cada año y que incluso sirve para que familias enteras se hagan de unos recursos extra, como es el caso de algunas en Ixhuatlancillo, Tlilapan y Rafael Delgado.
Desde los primeros días de diciembre, las familias comienzan con la elaboración de muñecos que representan a hombres ancianos, con cabello y barba blanca, vestidos con ropas viejas.
Estos muñecos son rellenados con materiales inflamables y, en ocasiones, con fuegos artificiales y posteriormente se les exhibe para su venta, la cual es de aproximadamente 100 pesos por "viejito".
La quema se realiza en la noche del 31 de diciembre, simbolizando el fin de un ciclo y la eliminación de las malas energías acumuladas durante el año.