Los boleros de la ciudad han tenido que ir abandonando poco a poco el oficio que por años les permitió llevar el sustento a sus familias al quedarse sin clientes; los ingresos han sido cada vez menores.
Los lustradores de calzado viven una contingencia complicada al no tener trabajo, ya que solo tienen entre dos y cuatro boleadas “de 20 pesos”, y a veces ni una sola en toda la jornada.
Arturo, un bolero de la zona centro, abre su puesto diariamente desde las ocho de la mañana y se va a las tres de la tarde; “a veces nomás llego con 40 pesos a la casa”.
Esto ha ocasionado que paulatinamente vayan abandonando su lugar para buscar una nueva fuente de ingresos, o bien tener que recorrer casa por casa ofreciendo sus servicios, pues muchos de sus clientes se mantienen bajo resguardo.
Muchos atraviesan por un difícil momento, ya que los ingresos no han podido recuperarse aunque unos días se reactivó un poco la economía.