“Necesitamos un multilateralismo en el que la voz de la juventud sea decisiva para configurar nuestro futuro”. António Guterres, secretario general de Naciones Unidas (ONU).
El multilateralismo suele definirse como la colaboración entre varios países en busca de un objetivo común, pudiendo estar implicadas también otras partes como la sociedad civil o el sector privado.
En este sentido, la Cumbre de la Tierra (1972), fue el primer gran paso para acordar principios rectores con el fin de conservar y proteger el medio ambiente y visibilizar los efectos de la acción humana en nuestro planeta.
Desde entonces, el multilateralismo ambiental se ha ampliado hasta ser una de las agendas de cooperación regional y global más vigentes en nuestros días. La Conferencia de Río de Janeiro en 1992 amplió los esfuerzos hacia una alianza mundial nueva y equitativa, que ahora además incluyera a las organizaciones de la sociedad civil y las personas como protagonistas.
Sobre la base de estos principios, surgieron el Protocolo de Montreal (1987), el Protocolo de Tokio (1997) y el Acuerdo de París (2016). Más allá de la reducción de gases nocivos para el planeta, otros nueve Convenios Ambientales Internacionales abordaron el manejo de residuos y químicos peligrosos, la protección de la biodiversidad y recursos críticos para la vida.
Con todo, los resultados a la vista revelan que los compromisos asumidos hasta el momento son insuficientes. Este diagnóstico es respaldado por el consenso científico del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) que confirma, año tras año, el impacto de la acción humana en el deterioro de los ecosistemas, la seguridad alimentaria e hídrica, la salud pública mundial y las desigualdades preexistentes.
La meta es conseguir un planeta sostenible y habitable, tanto para los humanos como para el resto de las especies, de cara a la cumbre COP28 a celebrarse en Dubai a finales de 2023 ofrece la posibilidad inédita de esbozar planes de acción hacia 2050.
Para América Latina, está en juego la posibilidad de una recuperación integral, inclusiva y sostenible. Nuestra región es la más biodiversa, pero también la que ha sufrido la combinación más amplia de desastres antrópicos y naturales en los últimos años.
Está claro que los próximos años serán decisivos en la construcción de economías y sociedades resilientes. Para hacer posible ese nuevo diseño, el multilateralismo ambiental es una pieza indispensable para que los esfuerzos de los Estados confluyan en un mundo más fragmentado que nunca.
La cooperación internacional necesita un nuevo impulso para abordar los desafíos económicos, sociales y ambientales, el multilateralismo es más necesario que nunca para el desarrollo sostenible, en el marco de los derechos humanos que involucran necesariamente al derecho humano a un medio ambiente sano.
#CambiaUnaAcciónCambiaTodo.