El próximo domingo emitiremos nuestro último voto.
Termina una etapa. No hay duda. ¿Vendrá una mejor? Ojalá.
980 candidatos renunciaron en este proceso electoral. La mayoría por miedo. Ha sido el de mayor violencia política de la posrevolución.
A partir del 3, nada será como antes.
Si el oficialismo triunfa, la tercera democracia mexicana habrá muerto. De ser así, seguiría la suerte de sus dos antecesoras: la de la República Restaurada y la del maderismo: una vida corta. Habría sido un nuevo paréntesis entre un mar de caudillos y autoritarios.
Si eso sucede, el del domingo próximo habrá sido nuestro último voto libre en muchos, muchos años.
Si las oposiciones ganan, tampoco el país será el mismo. El 2018 nos confirmó que la sociedad cambió: el sistema político, no. Nos encontraremos en un país confrontado, dividido. Un país ensangrentado y en luto. Unas finanzas públicas que ya no dan de sí. Una gobernanza acechada.
La gran tarea de un gobierno de coalición opositor sería arreglar a la democracia desde la democracia. Una que otorgue rendimientos sociales, económicos, ambientales, no sólo políticos.
Las y los mexicanos tenemos, así, una enorme responsabilidad.
El 2 de junio vamos a definir el futuro del país por las próximas dos décadas.
Hay una minoría ruidosa y hasta hilarante. Pero debajo de ella percibo un país agraviado y en silencio: esperando que llegue la hora de cobrar cuentas.
De ser así, sólo hay una fecha: dos de junio.
No sería una excepción, sino la norma. Desde que llegó la democracia, casi el 65% de las elecciones han desembocado en alternancias. Éstas se han dado en todo el país y en todos los niveles. La única excepción es, en estados, Coahuila. En el tránsito entre 1996 y hoy, muchos estados han experimentado ya gobiernos de tres o más fuerzas distintas.
La democracia, nos recuerda Felipe González, sirve esencialmente para eso: para sacar en una fecha determinada y sin violencia a los malos gobiernos.
Quienes creemos en la democracia y amamos la libertad hemos venido librando una larga lucha cuyo final será el dos de junio.
Somos muchos. Somos más.
Nuestra victoria implica la urgente necesidad de vencer la apatía y superar el miedo. No es vivible un país en donde el crimen se ha convertido en autoridad. Uno que se pudre en corrupción y cinismo. Uno enfermo e ignorante.
Si queremos otro país, no hay otra alternativa más que votar por la Coalición Fuerza y Corazón por México.
Hacerlo no implica extender un cheque en blanco. Es, más bien, un pagaré.
El voto será mayoritariamente para sacar a Morena. Pero ello no basta.
Hay que refundar los cimientos de México.
Sólo será posible si más del 70% salimos a las calles y ejercemos masivamente el voto.
El último que, quizá, tendremos en nuestras vidas.