Por la cerrazón humana que niega lo evidente y por tantos intereses en juego, hay quienes no creen en el cambio climático y por consiguiente, hacen muy poco por combatirlo y revertirlo.
El cambio climático es algo real y sumamente peligroso para la existencia humana y de las distintas formas de vida animal y vegetal.
La temperatura de nuestro planeta se eleva principalmente por la quema de combustibles fósiles. Por eso, los polos se derriten y el nivel del mar sube peligrosamente.
De continuar esa tendencia, una parte de las ciudades costeras quedarán dentro de pocos años bajo el agua, ocasionando pérdidas incalculables.
Eso no es todo. Algunas actividades industriales y el uso exagerado del automóvil contribuyen al calentamiento del agua del mar. Por eso tenemos huracanes cada vez más frecuentes y violentos.
Además, la vegetación existente es materialmente arrasada por los incendios forestales y por el ser humano, que desmonta enormes extensiones para hacer nuevos desarrollos, sin darle tregua a alguna a la naturaleza para que se recupere por sus propios medios.
El uso desmedido de pesticidas está matando a las abejas, lo que afectará la polinización y provocará en el corto plazo una disminución dramática de la producción agrícola, con la consiguiente escasez de alimentos.
Hay otro tema relevante que debe señalarse.
La sequía empieza a aparecer en diversas partes del planeta. Acabo de ver en la televisión un programa especial sobre la sequía en el suroeste de los Estados Unidos.
Resulta que las dos represas más grandes de esa nación están agotando rápidamente sus reservas almacenadas de agua. Están a solamente el 40% de su capacidad, lo que implicará un próximo racionamiento que afectará a 40 millones de personas.
Mientras algunas naciones miran con preocupación todos estos fenómenos que parecen ser irreversibles por la insensatez humana, en México parecemos dormir el sueño de los justos.
Se desaprovechan la energía solar y eólica, porque se privilegia la quema de combustibles fósiles para generar electricidad.
Gran parte de las aguas negras se vierten sin tratar a los cuerpos de agua.
La basura se deposita en tiraderos al aire libre, en terrenos baldíos o simplemente se arroja en la calle taponando los drenajes.
Los pocos bosques que quedan se talan y como siempre sucede con el mexicano común y corriente, está desconectado de la realidad. En su lucha diaria por sobrevivir, se olvida de cuidar el medio ambiente.
Al talar los bosques la lluvia escasea y los ríos se secan. Cada año el Jamapa tiene menos agua durante el estiaje.
Si seguimos así, las nuevas generaciones nos reclamarán, porque serán las que paguen los platos rotos que nuestra indiferencia está ocasionando.
¿No les parece a Ustedes?.
Muchas gracias y buen fin de semana.