Muchas parejas tienen el sueño de formar una familia, que quizás comenzó durante el noviazgo, pero a meses o años de distancia dentro de la relación, no se ha cristalizado.
Un intento tras otro, a veces instrumentalizando el sexo, despojándolo de la carga lúdica y placentera, arroja frustración y desgaste emocional mutuo.
Las razones pueden ser muchas. Esta difícil situación puede ser una prueba pesada, para la que si no están preparados, podría causar mucho daño a la pareja. Tal vez surjan los señalamientos, las peleas, las expectativas, los insultos, la culpabilidad, la rabia y desilusión.
¿Cómo afrontarlo?
Comunicación. Será trascendental platicarlo sin señalamientos ni culpas, sino hablando sobre las expectativas, necesidades, inseguridades y miedos de cada quien. Repasen “¿por qué quieres tener un hijo?”, ¿cómo te sientes al no poder tenerlo?” Puede resultar obvio, pero las respuestas quizás arrojen luz. Se trata de sentarse y ponerlo en perspectiva para generar confianza, apoyo, trabajo en equipo, en ánimo de “en las buenas y en las malas”. Lo que dejemos a la suposición quedará en limbo de las interpretaciones o conjeturas.
Relajamiento. Hagan planes de pareja que incluya revivir momentos en los que se conocieron. Consideren llevar a cabo actividades que los ayuden a liberar el estrés y dense tiempo para compartir románticamente, sin la presión de la concepción en ese momento.
Exploración. Aborden, conversen y lleguen a acuerdos por si acaso desean acudir a métodos clínicos de fertilidad, como la misma fecundación in vitro o la inseminación intrauterina u otras alternativas. Es importante que ambos participen de todas las etapas del proceso y se apoyen en entender, buscar información, asimilarla, permitiéndose tener dudas.
Finalmente, recuerden, que no puedan ser padres biológicos, podrían serlo por el camino de la adopción.