Miedos, fobias, ira, nerviosismo, malos pensamientos… Nadie está exento de padecer estas y otras emociones. Sin embargo, ¿Cómo saber si son pasajeras o voces de alarma?
Analiza con cuidado si esas emociones que estás experimentando:
· Son recurrentes, y te hacen sentir agobiado por no poder gestionarlas tú mismo.
· Afectan tu desempeño habitual con la familia y en el trabajo. Presentas insomnio, inapetencia, mal humor.
· Te sientes bloqueado, inmerso en un vacío de respuestas.
· Sientes que te será imposible salir de ese estrés postraumático, esa pérdida, ese evento trágico.
Recuerda que ir a terapia no significa que estés “loco” o que seas débil, sino manifiesta madurez, responsabilidad y valentía cuando ya reconoces tu problema y deseas solucionarlo.
El primer paso es reconocer que te enfadas o deprimes con facilidad, por ejemplo. Es válido escuchar consejos de terceros, pareja, amigos, compañeros de trabajo. Contar con una perspectiva diferente, tal vez te brinde panorama, pero no es conveniente seguir sus soluciones a tus problemas; si a ellos les funcionó, quizás en ti no.
Existen conflictos que por su complejidad precisan la asesoría de un o una sicóloga.
Él o ella te brindarán las herramientas correctas para afrontar y confrontar tu crisis. Y ten por seguro que al salir de sesión no solo te sentirás liberado, sino con un enfoque diferente de la vida, reencontrarás el equilibrio mental para darle la cara a tus problemas y desarrollar al máximo tu potencial en determinadas áreas.