Puebla | 2025-03-18
El alto en la carretera de Teocelo no fue casualidad. Fue un golpe quirúrgico de la inteligencia de México. Nadie sabe en la zona cuánto tiempo estuvo en Veracruz. Quizá semanas. Quizá meses. No era un matón cualquiera. Francisco Javier Román Bardales no es solo un veterano de la guerra callejera: es un líder de la Mara Salvatrucha en el orbe.
La zona en que fue detectado y arrestado en Veracruz tiene presencia de células de Los Zetas que sobrevivieron tras perpetrar masacres en Guatemala, así como del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), sus socios. ¿Cuántos hombres como Román Bardales recorren las carreteras de Veracruz sin ser detectados?
La tarde del 17 de marzo, su suerte terminó. En Teocelo-Baxtla, "El Veterano" o "Veterano de Tribus" supo que su suerte se había esfumado. Uno de los hombres que moldeó la Mara Salvatrucha 13, que negoció con cárteles y traficó muerte entre tres países, cayó sin más.
Román Bardales nació en Ahuachapán, El Salvador, el 2 de diciembre de 1977. Creció en un país desgarrado por la guerra civil, donde la vida no valía más que un cartucho de AK-47. Sobrevivir era el único objetivo.
Bardales se hizo un nombre rápido. No por ser un sicario con cuchillo oxidado, sino porque entendió que la brutalidad solo era efectiva si había un plan detrás.
Escaló en la estructura hasta llegar a la "Ranfla Nacional", el cerebro de la pandilla, el consejo de criminales que no ensucian sus manos con sangre, pero deciden quién debe morir.
La MS-13 dejó de ser una pandilla callejera. Se convirtió en un ejército de asesinos.
Expansión, disciplina y control. Esas fueron sus reglas. Para eso, hicieron pactos con el diablo: los cárteles mexicanos.
Los Zetas les enseñaron tácticas militares. El Cártel de Sinaloa les mostró cómo lavar dinero. El CJNG les abrió rutas de tráfico de droga y armas.
A cambio, la MS-13 ofreció lo que mejor sabía hacer: matar.
Sus soldados tatuados eran perfectos para trabajos sucios. Sicarios, traficantes, extorsionadores. El brazo ejecutor que los cárteles necesitaban. Los cárteles y la MS-13 son hermanos de sangre. Se necesitan, se matan.
En Centroamérica, la MS-13 controlaba barrios enteros con una lógica de guerra. En Estados Unidos, sembraba terror en ciudades como Nueva York, Houston y Los Ángeles. En México, operaba en la sombra, aliándose con quienes le ofrecieran el mejor trato.
Bardales era un hombre buscado. Desde 2022, la justicia estadounidense lo tenía en la mira. Narcoterrorismo, tráfico de armas, conspiración criminal. En 2025, su nombre apareció en la lista de los 10 más buscados del FBI. Recompensa: 250,000 dólares.
Y en el mundo del crimen, una cifra así es una sentencia de muerte o traición.
Alguien habló. Tal vez un sicario al que mandó matar y sobrevivió. Tal vez un narco que ya no lo necesitaba. Tal vez alguien de su propia organización, ansioso por tomar su lugar.
El destino lo encontró en Teocelo, Veracruz. El hombre que manejó un imperio criminal cayó en una carretera secundaria por los delitos de conspiración para prestar y ocultar apoyo material y recursos a terroristas; conspiración narcoterrorista; conspiración de crimen organizado y conspiración para traficar extranjeros. Operaba en Estados Unidos, México y El Salvador.
La MS-13 no se detendrá. Su estructura es como la hidra: cortas una cabeza y nacen dos más. Habrá ajustes de cuentas, habrá sangre en las calles. Habrá un nuevo líder. Las pandillas no desaparecen con un arresto. Se transforman.
Los gobiernos celebran su captura. Creen que significa algo. Pero en los barrios donde la MS-13 sigue marcando territorios con machetes y balas, su nombre ya es historia. Otro tomará su lugar. La violencia seguirá su curso.