Conoce a San Guinefort; el perro santo de Francia en la Edad Media

Hasta ya entrado el siglo XX este lomito seguía siendo venerado en Europa; te contamos parte de su historia

México | 2024-08-23

El santoral de la Iglesia Católica reúne los nombres de hombres, mujeres y menores de edad que han dado su vida por defender la fe y ayudar al prójimo; sin embargo, en la Europa Medieval un personaje muy peculiar también era venerado por muchos; su nombre: San Guinefort.

Pero, ¿qué hacía tan especial a este santo? Resulta que San Guinefort no es en sí una persona, sino que se trata de un perro (leíste bien) a quien durante mucho tiempo se le atribuyeron milagros especialmente en Francia, y cuya tumba fue además un punto de peregrinaje.

¿Quién fue San Guinefort?

Según lo recogido en 1250 por Étienne de Bourbon (también llamado Esteban de Borbón), inquisidor dominico que solía predicar usando fábulas, Guinefort era un perro lebrel o galgo propiedad del señor de Thoire y Villars, en la actual localidad de Villars-les-Dombs en Francia.

Un día, al volver de cacería, el señor se encontró con la cuna de su hijo, un bebé de meses, totalmente de cabeza y con las sábanas manchadas de sangre, por lo que llamó a su esposa y una sirvienta para encontrar al bebé o saber al menos qué había pasado.

Guinefort entonces apareció en escena para saludar a su amo; sin embargo, el can tenía el hocico manchado de sangre, lo que hizo sospechar al señor de Villars que el can había devorado a su hijo.

El hombre, cegado por la ira, acabó con la vida del perro decapitándolo de un solo golpe y arrojando su cuerpo a un pozo. Sin embargo, luego de realizar este acto, un llanto se escuchó en la sala, revelando que el bebé estaba ileso, escondido debajo de la cuna.

Cerca del niño se encontraban los restos de una serpiente venenosa, que mostraba heridas causadas por las fauces de Guinefort, quien defendió al pequeño a costa de su vida.

Al notar lo que había hecho, el señor de Villar trató de enmendar su error dándole una digna sepultura al leal perro, cubriendo el pozo y plantando árboles a su alrededor en una especie de santuario que luego fue adoptado por los lugareños al enterarse de la hazaña del animal.

Las y los habitantes de la localidad consideraban al perrito un protector de la infancia, por lo cual acudían al sitio para dejar ofrendas y pedirle que protegiera a sus hijos, dando paso a un santo popular.

La Iglesia de entonces, como podía esperarse, no estaba muy de acuerdo con que a un perro se le considerara un santo a pesar de que se le llegaron a atribuir varios milagros.

¿Hay más animales considerados santos?

La historia de San Guinefort no es la única en la cual se habla de animales que ayudan al prójimo, Está el caso del perro de San Roque, sin el cual esta persona, dedicada a cuidar a enfermos de peste, no habría sobrevivido tras haber contraído la enfermedad y ser expulsado a un bosque.

La historia de San Guinefort es muy parecida también a la leyenda galés de Gelert, otro perro que perdió la vida en una situación parecida aunque en ese relato es un lobo quien habría intentado asesinar al hijo de su amo.

La devoción a san Guinefort continuó en la Francia Medieval y hasta la década de los 30 del siglo pasado, olvidándose poco a poco pero reviviendo cuando se supo que había un santo humano de nombre Guinefort, quien vivió entre los siglos VIII y XII aunque no hay mayores datos.

Este santo, al igual que el perro, era considerado protector de la infancia celebrándose su fiesta el 22 de agosto.

.
.