Xalapa | 2025-03-20
Si bien la descarga de agua de lastre y el transporte en los cascos de embarcaciones son las principales vías de introducción de especies invasoras en el Golfo de México, no son las únicas.
Algunas, como el pez león, han llegado a estas aguas por otras razones. Se presume que su presencia en la región es resultado de liberaciones, lo que evidencia que la dispersión de especies fuera de sus hábitats naturales responde a múltiples factores.
Su rápida propagación en las últimas dos décadas se debe a su alta tasa de reproducción y la ausencia de depredadores naturales en la zona. Según el biólogo Yury Okolodkov, el pez león ha prosperado en el Sistema Arrecifal Veracruzano.
Actualmente, su presencia es visible en Yucatán y Veracruz, particularmente el puerto de Veracruz, Antón Lizardo y Boca del Río.
El biólogo aclara que lo que comúnmente se conoce como "pez león" en realidad abarca dos especies morfológicamente similares, cuya identificación requiere análisis moleculares. Además de desplazar a los depredadores locales, compite por el alimento y se alimenta de peces herbívoros, esenciales para el control del crecimiento de macroalgas sobre los corales.
"Con este impacto, el sistema coralino está cambiando; es un problema grave que también afecta el reclutamiento de otras especies. No tienen miedo, son muy amigables, pero el pez es venenoso", advierte Okolodkov.
El especialista recuerda que en Yucatán, años atrás, se promovió la captura del pez león entre los pescadores para mitigar su expansión. Sin embargo, al haberse establecido su población, su erradicación es inviable. En contraste, señala que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos ha realizado esfuerzos para controlar su proliferación en aguas costeras estadounidenses.
A pesar de que el pez león es uno de los casos más emblemáticos de especies invasoras, el investigador advierte que existen otras que también requieren estudio. Entre ellas se encuentran crustáceos, moluscos (bivalvos y gasterópodos), algas rojas, y otros invertebrados, como los equinodermos.
Yury Okolodkov reitera que entre los factores que favorecen la propagación de es especies invasoras se encuentra el uso del agua de lastre, utilizada para la estabilidad de los buques, y la bioincrustación ("biofouling"), fenómeno en el que organismos marinos se adhieren a los cascos de las embarcaciones.
De esta manera el transporte marítimo es uno de los principales factores que propician la introducción de especies exóticas en ecosistemas acuáticos, pero con condiciones hidrológicas similares a su lugar de origen.
El investigador señala que dos tercios de las bioinvasiones en el ambiente marino a nivel global están relacionadas con estas prácticas. Se estima que entre 3 mil y 7 mil especies son transportadas a través del tráfico marítimo, cuyo volumen sigue en aumento, acrecentando así el riesgo de introducción de organismos no nativos.
"En 2005 se calculaba que el 80 por ciento de los bienes comerciales a nivel mundial se transportaban en buques. Actualmente, el transporte marítimo sigue en crecimiento, los barcos son más grandes y el tiempo de tránsito de los organismos que viajan en ellos se ha reducido", explica Okolodkov.
De acuerdo con su artículo "Especies acuáticas no indígenas en México" publicado en 2007 cada año se descargan aproximadamente 50 millones de metros cúbicos de agua de lastre en aguas mexicanas. Sin embargo, el país carece de regulaciones específicas para su manejo, así como para la flora y fauna adherida a cascos de buques y yates.
Además, existen deficiencias en la regulación del comercio de mariscos vivos, mascotas, cebos y otras vías de transporte de especies acuáticas invasoras.
A pesar de que existen leyes internacionales y nacionales para la gestión del agua de lastre, su cumplimiento representa un desafío para los Estados. México, como miembro de la Organización Marítima Internacional (OMI), está obligado a acatar las normativas internacionales, pero aún no cuenta con regulaciones nacionales específicas al respecto.
Existen dos tratados clave en la materia. Uno de ellos es el Convenio sobre la Gestión del Agua de Lastre (BWM, por sus siglas en inglés), un tratado internacional que regula el control y manejo del agua de lastre y los sedimentos de los buques para evitar la propagación de organismos acuáticos perjudiciales y agentes patógenos.
México cuenta con 103 puertos y 15 terminales, pero la falta de una regulación efectiva deja al país en una situación vulnerable. "Si el Estado no establece leyes nacionales para proteger sus aguas, los barcos extranjeros pueden actuar sin restricciones, incluso descargar agua de lastre sin control, facilitando la dispersión de especies invasoras", señala Okolodkov.
El artículo "Especies acuáticas no indígenas en México" enfatiza la urgencia de fortalecer la infraestructura y los recursos para monitorear las invasiones biológicas y proteger los ecosistemas acuáticos del país.
En 2002, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) organizó dos talleres nacionales que marcaron el inicio de una estrategia para abordar esta problemática. El resultado fue la publicación en 2010 de la "Estrategia Nacional sobre Especies Invasoras", que incluyó un apartado específico sobre especies marinas.
"La estrategia fue el resultado del esfuerzo de numerosos investigadores de varias universidades e instituciones de investigación y de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), en particular, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático y la CONABIO", explica Okolodkov.
Además, entre las agencias gubernamentales relevantes a la problemática de bioinvasiones por medio de transporte marítimo, se puede mencionar la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes y la Secretaría de Marina.
Sin embargo, el especialista advierte que México enfrenta deficiencias en este campo, ya que la investigación sobre taxonomía de especies marinas es aún incipiente en comparación con la de países de Europa Occidental, donde se han desarrollado estudios sistemáticos durante más de 300 años.
Ante este panorama, señala que la investigación y el monitoreo deben ser permanentes, involucrando a la comunidad en la detección y control de especies invasoras. Además, recomienda establecer un control fronterizo y medidas de cuarentena en colaboración con países vecinos, así como implementar un sistema de intercambio de información y evaluar los riesgos para mitigar los impactos y limitar la propagación de estas especies.