México | 2025-03-05
El puerto de Tuxpan, Veracruz, históricamente conocido por su dinamismo comercial y estratégico en el Golfo de México, se ha convertido en un escenario donde la bonanza económica convive con una creciente ola de violencia.
Lo que debería ser un modelo de desarrollo y seguridad se ha transformado en un territorio de disputa entre grupos delictivos, generando una percepción de impunidad y connivencia con ciertas estructuras de poder.
Para el ciudadano común, la situación se percibe como una "limpieza" impulsada por un cártel que, según rumores, cuenta con algún tipo de autorización desde niveles gubernamentales.
El asesinato reciente del coordinador de Tránsito municipal, quien fue ejecutado frente a una farmacia en un ataque brutal con más de 30 disparos, dejó además dos víctimas colaterales gravemente heridas y desató una serie de operativos policiacos que han intensificado la vigilancia en las calles.
En los últimos días, las patrullas de la policía estatal, acompañadas de unidades de la Marina y la Sedena, han tomado las calles, implementando retenes y revisiones aleatorias. Hasta seis retenes en diferentes espacios se han detectado en un solo día.
A los conductores se les obliga a descender de sus vehículos para inspecciones exhaustivas si hay alguna sospecha.
La presencia de estas fuerzas de seguridad, aunque necesaria en el contexto de violencia actual, también ha generado una sensación de estado de excepción no declarado.
El impacto en la vida cotidiana es innegable. A partir de las 10 de la noche, algunas zonas de la ciudad se encuentran desiertas. Muchos taxistas han reducido sus horarios de servicio por temor a ser víctimas de la delincuencia o quedar atrapados en medio de un enfrentamiento.
Si bien no se ha decretado un toque de queda oficial, la población se ha autoimpuesto restricciones por el miedo latente.
Los episodios violentos en Tuxpan no son nuevos, pero su escalada reciente ha llamado la atención a nivel nacional.
En octubre de 2024, una balacera de gran magnitud entre grupos criminales puso a la ciudad en los titulares de los principales medios de comunicación del país.
Durante varios minutos, una lluvia de balas convirtió calles de una fraccionamiento en zona de guerra, evidenciando la fragilidad de la seguridad pública.
Paradójicamente, esta crisis de seguridad ocurre en una ciudad que ha experimentado un notable crecimiento económico.
Con una importante sede naval, un puerto en plena expansión y una industria petrolera clave para la conexión energética del sur del estado, Tuxpan se perfilaba como una de las ciudades con mayor potencial en Veracruz.
En 2023, el movimiento de contenedores en los puertos mexicanos creció un 20.3%, y Tuxpan fue uno de los más beneficiados.
La cercanía con la Ciudad de México, luego de la creación de infraestructura carretera durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, puso a la ciudad en el mapa de llegada de consumidores de la capital del país. Visitantes que generan un dinamismo económico importante en varios sectores productivos.
A ello se suma la reciente declaración de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, sobre la intención de impulsar un Polo de Desarrollo en el municipio y evaluar inversiones para fortalecer el cabotaje en su puerto.
Sin embargo, estos avances parecen irrelevantes cuando la inseguridad se convierte en el tema dominante.
La violencia ha permeado la vida diaria, generando incertidumbre en inversionistas y empresarios. A pesar de las promesas de crecimiento y modernización, la falta de control sobre los grupos delictivos impide que la ciudadanía disfrute los beneficios del desarrollo económico.
En este complejo escenario, los actores políticos locales no han sido ajenos a la crisis.
La familia Pozos, con una influencia significativa en la política tuxpeña, busca perpetuar su hegemonía a través de la figura de Daniel Cortina, su delfín para la próxima contienda electoral; ya muchos lo dan como el candidato de Morena.
Las dinámicas de poder en la ciudad reflejan un esquema donde los intereses particulares prevalecen sobre el bienestar colectivo, alimentando la percepción de que la política local está más preocupada por mantenerse en el poder que por resolver la crisis de seguridad.
A pesar de todo, es importante hacer una aclaración: Tuxpan no es una ciudad en guerra.
No es una urbe bajo fuego constante ni un territorio completamente dominado por el crimen organizado. Sin embargo, lo que hoy vive la ciudad no tiene precedentes.
El nivel de violencia alcanzado en los últimos meses ha trastocado la vida cotidiana y generado una sensación de vulnerabilidad sin precedentes.
El futuro de Tuxpan depende de la capacidad de las autoridades para enfrentar la crisis de seguridad sin comprometer el desarrollo económico. Existen varios escenarios posibles:
Tuxpan enfrenta una encrucijada crucial.
Las próximas decisiones gubernamentales determinarán si la ciudad puede seguir creciendo y consolidándose como un motor económico del estado, o si la inseguridad se convierte en un obstáculo insalvable.
El otro Tuxpan no es solo una metáfora. Es una realidad que no puede seguir ignorándose.
Contáctanos:
joluperezcruz@hotmail.com