México | 2025-03-01
El próximo 3 de marzo, se celebra el "Día Mundial de la Vida Silvestre", esta fecha fue elegida por la Asamblea General de la ONU, para conmemorar la firma de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) en 1973; un acuerdo multilateral que busca proteger las especies de plantas y animales que se han visto afectadas por el comercio. La CITES, con 182 Estados miembros, es uno de los órganos más importantes encargados de la conservación de la biodiversidad a través de la regulación del comercio de la fauna y flora silvestres.
En 2025, el tema central de esta conmemoración es "Financiación de la conservación de la vida silvestre: Invertir en las personas y el planeta", un llamado a la acción para mejorar los recursos económicos destinados a la protección de los ecosistemas y sus habitantes, donde resalta la importancia de vincular la conservación con el bienestar humano. Al invertir en la biodiversidad, también se protege el sustento de millones de personas que dependen de los ecosistemas saludables para su alimentación, agua y empleo.
A pesar de los avances en la protección de la biodiversidad, el financiamiento para la conservación sigue siendo insuficiente. Según estimaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), existe una brecha financiera anual de entre 500 y 700 mil millones de dólares para cubrir las necesidades de conservación global. Esta falta de recursos compromete los esfuerzos para detener la pérdida de biodiversidad y mitigar los efectos del cambio climático.
El problema radica en que, mientras que los gobiernos y organizaciones internacionales han incrementado sus aportes, el financiamiento privado y los incentivos económicos aún no alcanzan el nivel necesario para garantizar una conservación efectiva. Además, los mecanismos de financiación suelen ser poco sostenibles y dependen de donaciones o subvenciones a corto plazo, lo que pone en riesgo la continuidad de los proyectos de conservación.
Para cerrar esta brecha y hacer más efectivos los flujos financieros, los expertos proponen diversas estrategias innovadoras:
Pagos por Servicios Ecosistémicos (PSE): Este enfoque permite que quienes se benefician de la naturaleza (empresas, industrias y comunidades) compensen económicamente a quienes la protegen; Bonos Verdes y Finanzas Sostenibles: Estos instrumentos permiten a inversionistas financiar proyectos que generan un impacto positivo en la naturaleza; Turismo Sostenible: Las Áreas Naturales Protegidas pueden generar ingresos a través de un turismo responsable, que no solo contribuye a la economía local, sino que también financia la protección de los ecosistemas; y Fondos de Impacto Ambiental: que permitan canalizar recursos a la restauración de hábitats, la reducción de su huella ambiental y el financiamiento de programas de conservación.
El desafío ahora es convertir las estrategias en acciones concretas y generar compromisos financieros a largo plazo. Solo así se podrá garantizar un futuro en el que la vida silvestre y las sociedades prosperen juntas en un equilibrio sostenible. La pregunta no es si podemos permitirnos financiar la conservación, sino si podemos darnos el lujo de no hacerlo.