Del dicho al hecho…
Hasta hace poco más de dos años diversos políticos y comentaristas de izquierda criticaban con dureza la forma en que administraciones anteriores a ésta combatían el narcotráfico y la epidemia de influenza denominada AH1-N1.
También señalaban el bajo crecimiento económico del país, que promediaba apenas un 2% anual y declaraban que las fuerzas armadas deberían regresar a sus cuarteles.
Criticaban igualmente el enorme poder que tenía el presidente y la contratación de obras públicas bajo sospecha de irregularidades en los concursos, lo que apuntaba a seguros casos de corrupción.
El sistema de salud también era objeto de dura crítica. Decían que el llamado Seguro Popular, no era ni seguro, ni popular.
En base a como estaban las cosas y deseando un cambio para mejorar, más de 30 millones de mexicanos votaron por quien anunciaba transformar al país y generar un crecimiento económico del 4% en el primer año, con más empleos, mejor seguridad y a mediano plazo un sistema de salud parecido al de Suecia. También por quien prometía combatir a fondo la corrupción.
Pero oh sorpresa! La nueva administración revivió políticas estatistas que en el pasado no funcionaron. Dividió y enfrentó a los distintos sectores que conforman la sociedad. Reforzó el papel que jugaban en la economía los ineficientes monopolios estatales que controlan los combustibles y la electricidad. Desconoció contratos y acuerdos firmados por el Gobierno
Mexicano en administraciones anteriores y canceló obras públicas y privadas cuyo avance era importante, bajo el argumento de que eran producto de la corrupción. Curiosamente no denunció ni detuvo a nadie y a las constructoras que participaban en el aeropuerto de Texcoco les otorgó contratos nuevos para otros proyectos.
Al mismo tiempo, destinó recursos cuantiosos a obras públicas que no fueron producto de estudios de viabilidad y rentabilidad, sino más bien de promesas de campaña basadas en ocurrencias.
Con estas decisiones la inversión cayó. El empleo también. El crecimiento se derrumbó al 0.1% antes de la epidemia y ahora se pronostica que decrecerá y quedará en el mejor de los casos en el -10%.
El poder del presidente aumentó. Controla actualmente en mayor o menor grado a los otros dos poderes. Los militares no regresaron a sus cuarteles. En esta administración la mayoría de los contratos se otorgan mediante adjudicación directa. Si con las licitaciones públicas había sospechas de arreglos bajo el agua; con las compras y contratos sin licitación las posibilidades de prácticas irregulares aumentan.
El mal manejo de la epidemia hace que el número de fallecimientos sea de centenares de personas al día, lo cual hubiera generado con justa razón airados reclamos y protestas en el pasado.
Actualmente no hay tales reclamos, porque por un lado el pueblo bueno y sabio duerme. También porque resulta que los “protestantes” de antes son ahora gobierno y ni modo de que protesten contra ellos mismos.
La solución está en el 2021, donde puedan restablecerse los equilibrios para que el gobierno funcione mejor, con más transparencia y mayor eficiencia. Seguir como vamos ahora, sin
frenos ni contrapesos, resulta peligroso para el país.
No les parece a Ustedes?
Muchas gracias y buen fin de semana