Veracruz | 2023-06-02
Únicamente cinco años le duró la ilusión a Martha Cazarín Reyes de rozar el sueño de vivir en una casa propia, donde humildemente se instaló junto a su mamá y una de sus hijas en el fraccionamiento Hacienda Sotavento.
A sabiendas que ese sueño era un castillo de naipes, pues por falta de recursos tuvieron que invadirla de forma ilegal.
La vecina de 57 años llegó junto a algunas otras mujeres a las últimas casas de Hacienda Sotavento, ubicadas al fondo de la unidad habitacional, donde nadie quiso comprar y que por 20 años estuvieron totalmente abandonadas.
"Yo me vine con unas amigas por invitación de mi consuegra, las casas todas estaban en ruinas, todas en ruinas como la mía, todavía sigue casi igual, yo no le hecho mucho, yo tengo que trabajar para comer y a veces no hay para comer", dijo.
Martha es originaria de Paso del Toro, en el municipio de Medellín de Bravo. Compartió que tuvo que irse de su pueblo por la falta de oportunidades. Es madre soltera de dos hijos, tenía que escoger entre alimentarlos o construir una casa.
Una vida dedicada al servicio, pues señaló que ella siempre fue empleada doméstica y con eso pudo sacar adelante a sus hijos y a su mamá, una señora de 92 años a la que sus siete hermanos dejaron bajo su cuidado, aunque no todos la apoyan.
"Unos me ayudan y otros no me dan, pero ni las gracias, al contrario, me tiran hasta de pedradas en la cabeza, yo no la puedo sacar, pero yo a mi madre no la puede sacar a cada rato porque necesita su andadera y un carro pa´ moverse.
"Mi hijo de 30 ya se casó y ya se fue a vivir por otro lado, pero tampoco me deja de la mano, de repente me tira dos o tres pesos y mi hija es la otra muchacha de 35 años que se fue con mi mamá ahorita, ella es abogada de profesión, pero no ha encontrado trabajo", relató doña Martha entre lágrimas.
A diferencia de otros vecinos que ingresaron a los departamentos abandonados, dijo que no ha podido invertir al inmueble para mejorarlo, pues señaló que no ha tenido para ponerle ventanas, por lo que improvisó unas con algo de malla para impedir el paso de la luz directa.
Aunado a esto, su vecino de arriba se apropió de dos casas y dijo que todo el tiempo está remodelando, mientras que el de abajo se la pasa quejándose con ella porque se le pasa mucha humedad, pero no tiene los medios para arreglarlo.
"Yo siento mucha tristeza, porque ya no voy a tener donde meterme para taparme el sol, el sereno y la lluvia que ya mero viene, si nos desalojan pues tendremos que volver a rentar casitas como antes lo hacíamos.
"Hace muchos años rentábamos casitas de mil pesos de 1,200, pero aquí nada más entramos y pagamos a las personas que limpiaron, no nos costó gran cosa, con esos mil o 500 pesos que le damos a los vecinos que a veces limpian ya no pago una renta", manifestó con resignación ante el desalojo.
Quienes en realidad no tenían la necesidad de invadir esos departamentos ya se retiraron de ahí desde hace algún tiempo, pues los vecinos manifestaron que ellos si tenían recursos para comprar o rentar en otro sitio y se fueron para evitarse más problemas.
No obstante, en el lugar permanecen las familias pobres, las de la clase obrera, quienes verdaderamente viven del día a día y difícilmente han podido ahorrar para mejorar sus espacios o pagar uno mejor.
Sin embargo, entre todos ellos están de acuerdo que no quieren la casa gratis, en repetidas ocasiones han pedido el diálogo con la empresa propietaria del lugar para llegar a un acuerdo e irlas pagando poco a poco.
"Se compró un transformador, hemos invertido todo lo que hemos podido, muchas veces tuvimos que dejar de comer para poder pagar, con una mamá de 72 años que tiene una doble discapacidad, tiene prótesis de cadera y es ciega, ya no se levanta de la cama", dijo Porfiria Herrera Soto, otra vecina afectada.
Con su salud en decadencia y con una mamá a quien cuidar, solicitó ayuda al presidente Andrés Manuel López Obrador para que intervenga y los ayude a poder conservar sus casas pagando lo justo.
La voz entrecortada de doña Porfiria emana una mezcla de rabia y tristeza ante la situación que están viviendo desde hace ya varios meses y que hoy los ha dejado en el completo desamparo.
Para muchos fue una noche en vela, pues por lo apremiante de la situación no tienen a donde ir ni dónde dejar sus cosas, resignados ya dormir en la banqueta cuidando su poco patrimonio, ya mañana será otro día.
Invadir entre víboras y basura
Hace casi un año, el sábado 13 de agosto de 2022, Porfiria narraba a Imagen de Veracruz su desesperanza, pero como otras mujeres en su misma circunstancia, no tenía más alternativa que enfrentar ese riesgo porque carecía de una vivienda digna, al igual que unas 80 familias que se acomodaron hasta el fondo del caserío, agotadas de vivir en la incertidumbre de no tener un techo.
Porfiria Herrera Soto recordaba las peripecias que pasaron hombres y mujeres al llegar a ese sitio en donde tenían que lidiar con alimañas y esquivarlas para no sufrir picaduras y mordeduras posiblemente mortales.
Al carecer de agua potable, no podían utilizar los baños de las viviendas y se iban al monte, donde ya no había viviendas, se escondían entre los matorrales para satisfacer sus necesidades fisiológicas... con el Jesús en la boca por el miedo de que una picadura les cortara la vida.
Como ellas, muchas jefas de familia tomaron al toro por los cuernos, se unieron y llegaron poco a poco hasta acumular más de 70 familias que ya no tenían nada que perder.
El 1 de junio, autoridades del Poder Judicial del Estado de Veracruz desalojaron a decenas de familias que habitan un conjunto de departamentos en el fraccionamiento Hacienda Sotavento, mismo que llevaba años en litigio. Acompañados con la maquinaria de las corporaciones de seguridad, arribaron hasta una de las últimas secciones de dicho conjunto habitacional.
Los colonos de lugar rogaron porque no los desalojaron de sus casas, las cuales han tratado de mantener desde hace ya varios años, pues señalaron que no las quieren gratis, sino que les quieren ir pagando como cualquier caso de interés social.
No obstante, debido al hecho de que llegaron a invadir las ilegalmente, la empresa propietaria, misma que al parecer ya no es Casas Ara, decidió ir a juicio y negarse a vendérselas pese a que estaban en completo abandono.
Un par de vecinos identificados como Juan y Manuel fueron detenidos por dichas corporaciones bajo el argumento de alterar el orden público, ya que fueron los primeros en oponer resistencia.
Desde hacía cerca de 20 años, este conjunto habitacional se encontraba abandonado, pues la constructora nunca llegó a darle mantenimiento, ni siquiera las finalizó para su venta y finalmente ahí se quedaron siendo refugio de maleantes.
Ante la negativa y ya resignados por el desalojo, todos los vecinos comenzaron a desmantelar lo que ya habían construido, con intenciones de dejárselos a los propietarios tal y como ellos lo habían encontrado.